El calentamiento global podría impactar en los bosques de la Patagonia

Un estudio del INTA y la UBA en el Parque Nacional Lanín, en Neuquén, encontró que las temperaturas más altas afectan la germinación del roble pellín, el raulí y la lenga, tres árboles icónicos y de importancia económica. Sus distribuciones geográficas podrían cambiar.

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(SLT-FAUBA) Los bosques subantárticos de la Patagonia son únicos en el mundo. En ellos habitan el roble pellín, el raulí y la lenga, tres especies del género Nothofagus, nativas de Chile y de la Argentina, que además de ser muy vistosas poseen un alto valor productivo por la calidad de su madera. Las tres viven a distintas alturas en las montañas, como en franjas horizontales, y a ciertas altitudes casi no se superponen. Por ejemplo, en el Parque Nacional Lanín esto sucedería porque ‘prefieren’ diferentes temperaturas desde la base hasta la cima de la montaña. Como las predicciones del cambio climático señalan que la región se calentará, los investigadores ya se preguntan sobre las posibles consecuencias para estas especies.

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“Estudiamos la germinación ya que es un proceso que condiciona la vida posterior de cada individuo” (V. Arana)

Un trabajo conjunto entre el INTA Bariloche y la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) en el Parque Nacional Lanín, en San Martín de los Andes (Neuquén), encontró que, en condiciones naturales, las tres especies pueden germinar en los tres ambientes, incluso fuera de su ‘franja preferida’. Sin embargo, al final de la temporada encuentran, por ejemplo, más plantas de lenga y de raulí en las zonas altas que en las bajas. ¿Por qué ocurre esto si todas las semillas germinan en todos lados?

“En las montañas de esta región, la temperatura cambia mucho desde el pie hasta la cima, en lo que llamamos un gradiente altitudinal. Sobre este gradiente, para estudiar la germinación de las tres especies realizamos siembras recíprocas; es decir que al roble pellín —que vive entre 850 y 930 m de altitud— lo sembramos en el hábitat del raulí y en el de la lenga; al raulí —que vive entre 900 y 1100 m de altitud—, en los hábitats del roble y de la lenga, y a la lenga —que vive entre 1000 y 1700 m de altitud—, en los del roble y del raulí”, dijo Verónica Arana, investigadora del IFAB (INTA Bariloche-Conicet).

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La lenga (Nothofagus pumilio) crece en las partes más altas y frías de la montaña. El panel izquierdo muestra una vista desde ese estrato, con el lago Lácar al fondo. A la derecha se observa un recuento invernal de plántulas de esta especie, a 1340 m de altitud

“Lo primero que encontramos fue que las tres especies germinan a lo largo de toda la montaña. Sin embargo, cada especie lo hace a una temperatura media diferente. Por ejemplo, las semillas de roble, que habita las zonas bajas y cálidas del gradiente, germinan a una temperatura promedio de 8 °C, mientras que la lenga, que vive en las partes más frías, lo hace a 0 °C. Esto indica que la germinación de cada especie está bien adaptada a su hábitat natural, lo cual no estaba documentado hasta el presente”, señaló Verónica.

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Plántulas de lenga recién emergidas en su hábitat natural

Arana destacó que la temperatura afecta el momento del año en que las tres especies germinan. “Cuando están en sus respectivas áreas de distribución en el gradiente, las tres germinan de forma sincronizada en la primavera. Sin embargo, cuando germinan en hábitats distintos, incluso con pocos grados de diferencia en el suelo, esa coordinación se rompe y las plántulas aparecen en momentos inusuales”.

En este sentido, la investigadora añadió que eso sucede como consecuencia de las distintas temperaturas a lo largo de la montaña, y alertó: “Es preocupante porque las diferencias temporales en la germinación impactan en la supervivencia de los individuos. Pensamos que el calentamiento global podría cambiar estos patrones y modificar la futura distribución de las tres especies en el gradiente”. Los resultados del trabajo están publicados en la revista New Phytologist, en coautoría con Diego Batlla, Roberto Benech y Rodolfo Sánchez —docentes de la FAUBA—, y profesionales de la Universidad Nacional del Comahue.

Así es el calor

Según Verónica Arana, el cambio climático predice que para el 2080, los ambientes de la Patagonia sufrirán un aumento de casi 3 grados en la temperatura media anual del aire. En ese sentido, advirtió que las mediciones que realiza el INTA en la zona marcan una realidad inquietante. “En los últimos 10 años registramos aumentos sensibles en la temperatura de estos bosques. Eso está ocurriendo ahora, no dentro de 60 años, y como ya vimos a lo largo de la montaña, cambios muy pequeños en la temperatura —de medio grado, incluso— alteran la germinación del roble pellín, el raulí y la lenga”.

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Vista al lago Lácar desde los 680 metros de altitud, el área natural del roble pellín (Nothofagus obliqua)

“Con la gente de Parques Nacionales, por ejemplo, detectamos que al nivel del lago Lácar hay árboles muy robustos de roble pellín, pero si miramos al piso casi no vemos regeneración. O sea, los árboles presentes germinaron tal vez hace 100 ó 200 años, con otras condiciones climáticas. En el escenario actual estamos viendo que la generación de nuevas plántulas empieza a estar comprometida. En general, notamos que a las tres especies les está yendo mejor hacia zonas más frías, más altas en la montaña”, afirmó Arana.

La investigadora comentó a Sobre La Tierra que la información generada en este trabajo también es relevante para planificar el manejo de los bosques. “Nosotros solemos intercambiar información con Parques Nacionales para tener una idea de qué le está pasando al bosque y qué condiciones se podrían modificar o manejar para favorecer que estas tres especies de Nothofagus se regeneren”.

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“El INTA tiene programas de domesticación del roble pellín, el raulí y la lenga. En esta región, la forestación es básicamente con pino, pero la idea es llegar a un producto regional, ya que la madera de estos tres Nothofagus tiene un valor elevado” (V. Arana)

“Un interrogante que surge de los resultados es si en escenarios climáticos futuros, los momentos de germinación de cada especie en su área natural cambiará, y si es así, qué consecuencias tendrá en la capacidad de supervivencia de las plántulas. Nuestros experimentos actuales confirman que el momento en que germinan las semillas impacta en su supervivencia. Entonces, si pensamos que cambios pequeños en la temperatura del suelo modifican la dinámica de la germinación, es probable que el calentamiento global tenga consecuencias en estos procesos”, sostuvo.

Por último, Verónica adelantó: “Nuestra idea es comenzar a investigar las bases genéticas que gobiernan estos procesos porque, en realidad, hay genes que se están expresando en las semillas y están determinando el destino de las plantas en el gradiente altitudinal. Hacia ahí están yendo nuestras investigaciones”.

Acerca del autor

Pablo Roset
Ingeniero Agrónomo, MSc. en Recursos Naturales (UBA), escritor y músico.

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