(SLT-FAUBA) Una tesis de maestría de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), que analizó las consecuencias de agriculturización sobre el trabajo de pequeños productores ganaderos de cría en la provincia de Buenos Aires, permitió incorporar una visión desde el género al estudio económico y social de los procesos de transformación que sucedieron en las últimas décadas.
Julieta Monzón, docente e investigadora de la cátedra de Economía Agrícola de la FAUBA, analizó el caso de R, como denominó a una pequeña productora que a sus 40 años heredó un campo de cría en la localidad bonaerense de Tapalqué, en el que había pasado su infancia. Cuando recibió el establecimiento de sus padres, R se encontró con 450 hectáreas en estado de abandono: vaciadas de animales y con estructuras desgastadas por falta de capital.
Ante esta situación eligió trabajar como empleada doméstica para invertir en la actividad y recuperar la producción. Los logros que obtuvo luego, con mejoras en las instalaciones y en el manejo de los animales, también representaron una oportunidad para que otros productores de la zona debatieran sobre el rol de sus hijas e hijos en el campo.
Monzón destacó el caso de R como un ejemplo de esfuerzo para continuar la tradición ganadera pese a la presión que ejerce la actividad agrícola, en vez de alquilar o vender las tierras y mudarse a la ciudad. En un contexto en el que la siembra de cultivos sigue avanzando y presionando a la cría del ganado, la transmisión de saberes entre generaciones, para que la actividad subsista, se torna más complicada y las cuestiones de género en la ruralidad son un debate en crecimiento.
Cambio de mando
La intensificación de la ganadería es una consecuencia del proceso de agriculturizacion que se manifestó en distintas zonas del país que hasta pocas décadas atrás eran consideradas marginales para la siembra de cultivos. Dentro de la provincia de Buenos Aires, este fenómeno avanzó sobre tierras de productores que practicaban la ganadería.
Los pequeños criadores ganaderos de Tapalqué que se encargan de la gesta y alimentación en los primeros meses de los animales se vieron forzados a reconsiderar su cadena productiva por el crecimiento de la agricultura: “Pude ver el avance sobre las mejores tierras donde se practicaba la ganadería de invernada. Allí se engordaba el ternero o novillo hasta el peso final de faena”, contó Monzón.
Además, planteó: “Ante este cambio los productores se preguntaron: ¿A dónde mandamos a engordar a los animales? ¿Cómo resistimos los altos precios que paga y exige el arrendamiento para cultivar soja?¿Cómo poder continuar con la ganadería?”.
Durante encuentros entre productores asesorados por el programa Cambio Rural del INTA se evaluó cómo seguir ante esta situación. Al compartir formas de manejo y estrategias de continuidad a corto y largo plazo aparecieron debates relacionados con los escenarios en los que trabajarán las generaciones futuras y, en ese contexto, el rol de las mujeres.
“Los padres de los productores tuvieron dificultades en transmitirles el conocimiento: realizaron manejos sin dejarlos participar. Además los mandaron a estudiar a los pueblos y, cuando les tocó manejar la explotación, no tenían herramientas ni experiencia. Esta historia se está repitiendo con sus hijos”, afirmó Monzón al sitio de divulgación científica Sobre La Tierra.
El caso de R permitió a la docente de la FAUBA analizar nuevas variables de estudio, debido al trabajo constante, ordenado y registrado que había llevado la productora, que en poco tiempo realambró el campo, cuantificó superficies y animales, vacunó y ordenó los registros sanitarios. También acondicionó bebederos, tanques y molinos.
Al valorar el trabajo de R, sus mismos compañeros productores de Cambio Rural, del INTA, también analizaron la relación que mantenían con sus hijos varones: “La productora genera admiración, les hace cuestionarse el rol de una hija mujer. Los otros productores nunca pensaron en una hija como continuadora de la actividad. Por eso los hizo repensar la relación con sus hijas”, resaltó Monzón.
Actualmente, R tiene más de 130 animales alimentados en 156 hectáreas que complementa con otros cultivos. “El resto de su campo lo arrienda para seguir mejorando y conservar cada hembra nacida”, completó.
Agriculturización
Durante las últimas décadas, en la Argentina, cambiaron bruscamente las tradiciones históricas entre criadores e invernadores. Hoy, los primeros ya casi no mandan sus terneros a engordar a los campos de invernada. “La ganadería se tuvo que desplazar a otras provincias y al interior de Buenos Aires. Aparecieron distintos fenómenos como el incremento de animales enviados a engordes a corral o feedlots y hacia el interior de la cría”, informó Monzón.
Según su trabajo de maestría, en Tapalqué los productores vieron cambiar de forma drástica el contexto en el que trabajaban. La agricultura a través de pooles de siembra (grupos de capitales que se mueven buscando rentabilidad) avanzó de 5.000 a 40.000 hectáreas en 2008. Esto elevó los precios de venta y de alquiler de tierras de variadas calidades hasta por encima del rendimiento de los campos.
Con respecto a este nuevo escenario, Monzón afirmó: “La estrategia de los criadores previa al boom sojero era colocar animales en campos alquilados para aumentar su capital y conseguir un ingreso razonable. Luego de este aumento de precios, no sólo se les hizo imposible pagar los precios de las tierras para colocar sus animales, sino que, por otro lado, les ofrecieron explotar sus tierras con números tentadores.”
Ante esta situación, la docente se refirió a la forma en que los pequeños ganaderos ven su futuro en otras tierras: “Mientras la agricultura es una actividad muy flexible, ya que los productores pueden dar sus tierras en arrendamiento y luego volver a la actividad, la ganadería requiere un suma de capital fijo enorme. Dejar de ser ganadero es liquidar un gran capital”.
“Desprenderse de las vacas dificulta retornar a la actividad porque implica volver a conseguir ese capital, que tampoco produce rédito instantáneo”, dijo Monzón. Y agregó: “La vaca necesita tener un cierto estado corporal, quedar preñada y después pasar todo el proceso de preñez hasta que tiene el ternero. Lo mismo sucede con las instalaciones. En consecuencia, aquellos que dejan la actividad, la dejan para no volver nunca más”.
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