(SLT-FAUBA) Los productores ovinos de la provincia más austral del país enfrentan un nuevo problema productivo que día a día cobra más relevancia: la invasión de sus campos por la maleza exótica Hieracium pilosella. Por esa razón, investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), junto a colegas de otras instituciones, estudiaron sus características y las posibles alternativas de control. Los resultados encienden una luz de alarma, ya que la velosilla fue detectada en la mayoría de los establecimientos relevados, donde podría afectar de manera severa la producción de forraje para las ovejas.
“Luego de 10 años de estudio tenemos una idea bastante acabada de cómo se distribuye y de cuán abundante es esta maleza en la estepa fueguina. La encontramos en 132 de los 200 sitios que visitamos, ubicados en toda la estepa y en varios establecimientos ovinos, abarcando una superficie de 5000 km2. Los productores están preocupados por dos razones: la velosilla es muy difícil de erradicar y puede reducir drásticamente la producción de forraje para las ovejas. De hecho, en Nueva Zelanda provocó que muchos productores directamente abandonaran sus campos. Acá, por el momento, su cobertura general es baja”, señaló Pablo A. Cipriotti, docente del Departamento de Métodos Cuantitativos y Sistemas de Información de la FAUBA.
“Esta planta exótica ya está instalada en los pastizales naturales de Tierra del Fuego, donde cubre menos del 1-2% de la superficie. Sin embargo, en terrenos modificados, como pasturas abandonadas, áreas quemadas, canteras y oleoductos, hay manchones con coberturas superiores al 30%. Probablemente estemos presenciando la explosión del proceso de invasión que, a la larga, puede hacer que los campos produzcan menos animales”, advirtió Cipriotti, quien estudia este problema junto con el INTA, el Museo Argentino de Ciencias Naturales ‘Bernardino Rivadavia’ y la Secretaría de Recursos Naturales de Tierra del Fuego y el SENASA.
Un implacable enemigo vegetal
Según cuenta Cipriotti, quien también es investigador adjunto del Conicet, H. pilosella es originaria del norte de Europa y oeste de Asia, y se extiende a través del sur de Inglaterra, norte de Alemania, Francia, Polonia y la República Checa, entre otros países. En los años ‘40 y ‘50 llegó a Australia y a Nueva Zelanda, donde por su agresividad generó problemas productivos muy graves durante la década del ochenta. “Desconocemos exactamente cómo sucedió, pero ahora está aquí. Los ganaderos y funcionarios ya perciben su presencia como una amenaza”.
“La pilosela, como también se la conoce, no posee ninguna característica deseable desde el punto de vista productivo. Más bien, todo lo contrario: disminuye la receptividad de los pastizales. Su éxito como invasora se debería a la combinación de diversas características: tolera muy bien la escasez de agua, tiene estructuras de reserva subterráneas, crece de forma vegetativa por estolones, produce una altísima cantidad de semillas pequeñas que el viento dispersa a largas distancias, y se comprobó que produce ciertas moléculas que afectan negativamente a otras plantas vecinas (lo que se conoce como alelopatía)”, explicó el investigador.
“Además —dijo Pablo— tiene un hábito de crecimiento tan rastrero que hasta da la impresión de que se ‘agarra’ del suelo: las puntas de las hojas se arquean hacia abajo y se meten en el suelo al estilo de lo que sucede con la legumbre del maní, pero a nivel de las hojas. Este comportamiento hace que en general el ganado la evada. Si bien a veces las ovejas la comen, por el momento no se reportaron efectos tóxicos. De todas maneras, es muy difícil erradicarla”.
Una invasión en marcha
“Es un hecho: la pilosela ya se ‘escapó’ de la isla y llegó a Santa Cruz”, le contó Cipriotti al sitio de divulgación científica Sobre La Tierra que en el 2011, los investigadores del Museo Argentino de Ciencias Naturales y del INTA Río Gallegos encontraron H. pilosella en el continente, en zonas cercanas a Río Turbio, Monte Aymond y Punta Dúngenes. Estaba acompañada por otras especies nativas del género Hieracium, que también se caracterizan por crecer agresivamente. En este punto, la pregunta que se hace Pablo es clara: “¿cómo hacemos para controlarla?”
“En Nueva Zelanda y en Suiza siguen investigando distintas alternativas para controlar a la velosilla. Por ejemplo, existen alternativas a través del manejo del pastoreo. Se deja que los animales la coman mucho en floración y así bajan la producción y la dispersión de las semillas. Sin embargo, la fisiología de esta especie hace que esos eventos de pastoreo extremo estimulen la producción de estolones largos y vigorosos. Nosotros medimos algunos de hasta 40 cm de largo. O sea: por un lado, se castiga la dispersión de semillas a gran distancia, pero por otro lado se aumenta la colonización del sitio”, sostuvo Cipriotti.
El investigador remarcó que también se está intentando controlar a H. pilosella por medio de agroquímicos, con variado éxito. “En áreas puntuales, como alrededor del casco de las estancias o en los cuadros de aguante cerca de los galpones de esquila, a los pequeños manchones de velosilla se le pueden aplicar herbicidas selectivos con mochila, con cuatriciclos o hasta con pulverizadoras. De todas maneras, esto se complica en cuadros grandes, con mayor grado de infestación, relieves complejos y más expuestos a los vientos fueguinos, que son muy fuertes. Ahí hay que diseñar paquetes tecnológicos diferentes”.
Cipriotti añadió que la velosilla también está presente en Chile, donde el Servicio Agrícola Ganadero logró grandes avances en el control biológico de esta maleza. “Están trabajando con una avispa pequeña y una mosca que parasitan y producen agallas en las flores y en los estolones de la maleza. También en Suiza y Nueva Zelanda vienen progresando mucho en el uso de dos hongos, aparentemente muy específicos de esta especie, que al atacarla cubren completamente la lámina foliar”.
“Desde mi punto de vista, todas las alternativas son viables, pero hay que estudiarlas en detalle. Por ejemplo, nosotros hicimos experimentos con tres tipos de herbicidas para este tipo de malezas, y aunque logramos reducir mucho su cobertura, al revisitar las parcelas 3-5 años después nos encontramos que aparecían algunas plantas nuevas que lucían tan vigorosas como al principio”, señaló Cipriotti.
Por último, el investigador manifestó que pese a ser naturalmente optimista, considera que la idea de erradicación es un tanto utópica. “Todas estas formas de control tienen ventajas y desventajas. Yo diría que los productores tienen que ir incorporándolas de a poco a sus calendarios de actividades, monitoreando frecuentemente el estado de la invasora. H. pilosella ya está entre nosotros y hay que prestarle atención, en especial por el riesgo de expansión en los pastizales de Patagonia continental. Me parece que este problema no nos lo vamos a sacar de encima fácilmente”.
Sé el primero en comentar en "Una maleza exótica desvela a ganaderos patagónicos"