Cuatro historias de jóvenes becarios del Conicet

En el marco de los reclamos por la continuidad de las políticas científicas y del acuerdo alcanzado para garantizar por un año el trabajo de los investigadores, SLT dialogó con algunos de los principales protagonistas del conflicto.

Foto: Vale Dranovsky

(SLT-FAUBA) Luego de cinco días de tomas y concentraciones en el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación (MINCyT) y en distintas provincias del país, el pasado viernes 23 de diciembre finalmente se firmó a un acuerdo para extender hasta diciembre de 2017 las becas de los 343 postulantes a la carrera de investigador científico que fueron recomendados por las comisiones de Conicet y que quedaron afuera por falta de presupuesto.

Además de permitir continuar con las negociaciones en los próximos meses, el acuerdo sirvió para visualizar el compromiso de la comunidad científica y su capacidad de movilización en contra del recorte del 60% en la cantidad de ingresantes a la carrera de investigadores de Conicet, así como la solidaridad de la sociedad en general, en torno de la continuidad de las políticas científicas promovidas en la última década.

En este contexto, Sobre la Tierra entrevistó a cuatro becarios que estudiaron e investigan en la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), para conocer en qué consisten sus trabajos, cómo es su formación académica y cuáles son sus expectativas. También se expresaron las autoridades de la institución, sobre la posibilidad de retener a los jóvenes científicos en el caso de que no entren a la carrera.

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Andrés Cernadas es uno de los investigadores que quedó afuera del ingreso al Conicet a pesar de tener unas 10 publicaciones en revistas científicas internacionales de alto impacto, incluyendo a la prestigiosa Science. Su proyecto apunta al uso de tecnologías de edición génica, señaladas como unas de las que poseen mayor potencial para el mejoramiento genético.

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“Me parecía un proyecto muy interesante para traerlo a mi país y así poder insertarme en medio científico local, proyectando desarrollar una línea de investigación basada en edición génica”

Cernadas realizó sus estudios de grado en Biotecnología en la Universidad Nacional del Litoral de la ciudad de Santa Fe. Luego viajó a Brasil, donde realizó un doctorado en Genética en la Universidad de Campinas, y posteriormente continuó sus estudios posdoctorales en Estados Unidos, en las universidades de Iowa State y Cornell. Allí formó parte del grupo de investigadores que en 2010 desarrolló TALENs, uno de los principales adelantos biotecnológicos del nuevo milenio, que comenzó a revolucionar la edición de genes.

“Me fui de la Argentina en 2003, cuando la situación a nivel científico era desfavorable. Estuve en Estados Unidos hasta 2014. Allí estudié una familia de proteínas (TALENs) que se utilizan en biotecnología para edición génica y también trabajé con otra técnica descubierta posteriormente, CRISPR/Cas9, que es más poderosa y que tuvo numerosos reconocimientos por su potencial científico-tecnológico. En la actualidad, tanto la Unión Europea como EE.UU. están abordando esta estrategia de última generación para acelerar el mejoramiento genético vegetal”, explicó.

Durante su estadía en el país del norte, Cernadas planificó cómo aplicar esos conocimientos en la Argentina: “Me parecía un proyecto muy interesante para traerlo a mi país y así poder insertarme en medio científico local, proyectando desarrollar una línea de investigación basada en edición génica”. Así fue como finalmente regresó, alentado por la mejora en las políticas científicas de la última década y por el plan Argentina Innovadora 2020, que promovía el ingreso de más investigadores a la carrera del Conicet.

Desde julio de 2016, Cernadas posee una beca posdoctoral que le permitió comenzar a investigar en el país, junto a otros científicos de la Facultad de Agronomía de la UBA y del INTA. En su solicitud de ingreso a la carrera del Conicet, obtuvo buenas evaluaciones: “Tanto la Comisión Asesora como la Junta de Calificación y Promoción avalaron positivamente mi proyecto. Sin embargo, por causa del recorte presupuestario soy uno de los que lamentablemente no entró a carrera”.

“Pensé que un proyecto enfocado en tecnologías de vanguardia como éste iba a ser bienvenido por la comunidad científica argentina. Es difícil entender esta noticia de quedarse afuera del sistema científico el año que viene, sobre todo por cómo venía proyectando mi carrera científico-académica. Esto cambia todos los planes. Además, la respuesta del proceso selectivo del Conicet llegó recién diciembre y eso también resulta desestabilizador”, lamentó.

Siete años doctorales

Pablo Arístide dedicó los últimos siete años de su vida a realizar estudios doctorales y posdoctorales en el país y en el exterior, con el objetivo de ingresar a la carrera de investigador del Conicet. No obstante, es otro de los becarios que recibieron una respuesta negativa a su solicitud.

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Aristide estudia el aprovechamiento del monte nativo en comunidades campesinas de Santiago del Estero.

Arístide es doctor en Ciencias Biológicas. Además tiene una maestría en Agroecología, cursada en España. Su área de trabajo es en Santiago del Estero, con estrategias productivas campesinas vinculadas al aprovechamiento del bosque nativo. Actualmente es parte del equipo docente en la materia Agroecología de la FAUBA y miembro de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria (Calisa) de esa Facultad. Además, es becario posdoctoral en el Grupo de Ecología de Paisajes y Medio Ambiente de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA (GEPAMA, FADU-UBA).

“Entre el doctorado y el pos doctorado llevo siete años trabajando en el Conicet, de manera exclusiva”, subrayó, aunque lamentó que nunca se reconocieron sus derechos laborales porque la relación de trabajo para los becarios en el organismo es muy precaria.

“Estudio el aprovechamiento del monte nativo en comunidades campesinas de Santiago del Estero. Mi objetivo es analizar las relaciones sociedad-naturaleza, y en ese sentido me enfoco en las estrategias productivas de pequeños productores, entendiendo que la conservación del bosque nativo también permite la autosuficiencia alimentaria de la familia”.

Sus estudios buscan tener fuerte un impacto social: “No investigo por simple curiosidad. La idea es que mis investigaciones tengan un sustento social. Por eso también trabajamos fuerte en la extensión universitaria, aunque no esté tan reconocida como la publicación de artículos académicos en revistas extranjeras, que hoy representa el criterio principal que se utiliza para evaluar a los investigadores”.

Este año Arístide se presentó a la carrera de investigador, donde fue evaluado para formar parte de la planta de investigadores del Conicet: “En la convocatoria 2015 entraron cerca de 900 investigadores a la planta. Este año solo 385. Quedaron afuera 1141 postulantes, muchos de los cuales tienen trayectorias parecidas a la mía. En particular, hay 489 investigadores que a pesar de haber sido evaluados favorablemente fueron rechazados”.

“Luego de siete años dedicado con exclusividad y planificando un ingreso al Conicet para trabajar como investigador, a uno le resulta difícil reinsertarse en universidades u otro instituto, sobre todo en el difícil contexto económico actual y porque no hay políticas públicas de inserción de doctores en otros ámbitos distintos al Conicet”.

Cambian las reglas de juego

Ingeniero Agrónomo FAUBA, Raúl Giménez también realizó la Especialización en Teledetección y Sistemas de Información Geográfica aplicados al estudio de los recursos naturales y la producción agropecuaria en la Escuela para Graduados de la FAUBA. En marzo de 2016 obtuvo el título de doctor en Ciencias Agropecuarias. Hoy lleva adelante un posdoctorado con una beca del Conicet en el grupo GEA, de Estudios Ambientales, de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL). Entre otras cuestiones de relevancia, su doctorado permitió entender el problema de anegamiento y salinización que empieza a hacerse visible en la región chaqueña, tras el veloz avance agrícola.

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El grupo GEA de la UNSL es el único equipo de científicos del país que está trabajando en el problema de anegamiento y salinización que empieza a hacerse visible en la región chaqueña, tras el veloz avance agrícola.

“En el Instituto somos tres becarios que estamos en la misma situación. Presentamos el pedido de ingreso a carrera porque ya tenemos una cantidad de antecedentes y publicaciones que lo permitían, y ahora nos encontramos con que quedamos afuera”, explicó.

Durante su doctorado investigó cómo están impactando en la hidrología de los ecosistemas las prácticas agrícolas que se realizan en la región del Chaco Semiárido (con foco en el sudeste de la provincia de Santiago del Estero). “Se sabe cómo aumentó el desmonte, pero además se desarrollan prácticas agrícolas que con el paso de los años están acumulando demasiada agua en el suelo, generando un ascenso de las napas freáticas que puede llegar a generar procesos de salinización generalizada”, detalló, y agregó que muchos productores tienen napas freáticas con muy alta salinidad a 60 cm de profundidad, en sitios que antes nunca se habían inundado.

El grupo GEA de la UNSL es el único equipo de científicos del país que está trabajando en esta problemática, que afecta a toda la región del Chaco Semiárido, y con el posdoctorado de Giménez está ampliando los estudios de campo para la agricultura en la provincia de San Luis.

“Uno viene planificando una carrera, una forma de vida y una familia en función de los objetivos que se plantea alcanzar, y de repente cambian todas las reglas de juego. Vine a San Luis hace cuatro años con un proyecto ambicioso que consistía en hacer un doctorado y generar publicaciones para entrar en la carrera de investigador. Hoy tengo 35 años y, como otros becarios, me encuentro con que se nos termina la beca o que ya no podemos entrar por la edad. Venía con una idea de correr una maratón de 13 km y, faltando 200 metros, me dicen que es de 20 km. Lamentablemente dejaron a mucha gente afuera, pese a tener muchos antecedentes y a estar recomendada por las comisiones asesoras del Conicet”.

“Uno se encuentra con que no sabe qué hacer: Si salir a buscar alternativas en la docencia universitaria pero relegando la investigación científica, o buscar alternativas de financiamiento externo o estudiar afuera con una beca posdoctoral, que tampoco es fácil”.

Una sensación amarga

Ingeniera Agrónoma y Doctora en Ciencias Agropecuarias de la FAUBA,  Magdalena Druille es becaria desde hace ocho años. Durante este tiempo trabajó con investigadores de las cátedras de Ecología y de Forrajicultura de la FAUBA, así como de la Facultad de Ciencias Naturales y del Museo de la Universidad Nacional de La Plata.

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“Al solicitar el ingreso al Conicet mi evaluación fue muy buena”.

“Mis investigaciones consisten en evaluar el impacto de prácticas agropecuarias sobre microorganismos benéficos del suelo, y sus consecuencias sobre comunidades vegetales. Puntualmente en estos años estudié el efecto directo e indirecto de la aplicación del herbicida glifosato sobre microorganismos benéficos del suelo en pastizales naturales de la Pampa Deprimida”, explicó a SLT.

La información que surge de estos estudios permite, por un lado, conocer mejor algunas de las consecuencias de aplicar un agroquímico tan difundido a nivel mundial como es el glifosato. Por otro lado, permite diseñar prácticas de manejo sustentables, con el objetivo de lograr la producción de alimentos sin deteriorar el ambiente.

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Druille analiza cómo las aplicaciones de glifosato en los pastizales naturales de la Depresión del Salado reducen las poblaciones de hongos benéficos en el suelo.

Una vez finalizado el doctorado, Druille realizó una beca posdoctoral de dos años otorgada por Conicet. En ese tiempo realizó estudios complementarios a su tesis doctoral, publicó nuevos artículos y colaboró en ensayos de otros becarios: “La idea era llegar a la convocatoria de ingreso a carrera con la mayor cantidad de publicaciones posibles”, dijo, y apuntó que en la actualidad cuenta con seis publicaciones en las revistas Ciencia del Suelo, Applied Soil Ecology, Agriculture, Ecosystem & Environment y en Plant & Soil.

“Al solicitar el ingreso al Conicet mi evaluación fue muy buena. Destacaron la importancia del tema abordado en el proyecto, mis antecedentes y los de mi directora, así como el lugar de trabajo. Fui recomendada tanto por el Comité de Asesores como por la Junta de Calificación y Promoción”, detalló.

Druille estaba al tanto de recorte presupuestario en el sistema de Ciencia y Técnica, por lo cual tenía en claro que podía no ingresar. Aún así, si bien no la sorprendió el mail que recibió de la directora de Desarrollo de Recursos Humanos del CONICET, la mala noticia le generó una sensación muy amarga: “Es muy frustrante ver que mis esfuerzos y los de mis directores durante tantos años fueron suficientes como para llegar a esta instancia con un buen proyecto y los antecedentes necesarios, pero que por una decisión política no pueda seguir en carrera dentro de Conicet”.

“No tengo muy en claro cómo cambiará mi panorama hacia adelante. Sí estoy segura de que la convocatoria del año próximo será más ardua en el sentido que la cantidad de postulantes será mucho mayor, al sumarse los postulantes excluidos en este llamado”.

Tratar de retenerlos

Rodolfo Golluscio

“Vamos a tratar de retenerlos”

La reducción del ingreso y del presupuesto del Conicet también impactaría sobre la universidades. Rodolfo Golluscio, decano de la FAUBA, sostuvo que desde la Facultad se está trabajando para saber a ciencia cierta cuántos becarios de esta institución podrían no entrar al Conicet. En estos casos, la institución buscaría el modo de retenerlos.

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“El investigador es un componente importante del sistema educativo”

“Para la FAUBA son personas muy valiosas, en cuya formación invertimos muchos recursos. Por eso vamos a tratar de retenerlos, en la medida de nuestras posibilidades, hasta tanto puedan entrar a carrera de investigador de Conicet. Sin embargo, el presupuesto de que disponemos es limitado y la decisión de a quiénes podemos retener y a quiénes no se tomará estrictamente en función de los méritos académicos y las necesidades de la institución”, dijo.

Según Adriana Kantolic, secretaria de Investigación de la FAUBA, “además de las contribuciones directas de los investigadores a desenmarañar problemas y buscar vías de solucionarlos, el investigador científico es un componente importante del sistema educativo universitario”.

“La universidad y el Conicet están íntimamente relacionados y cuando a uno le va bien al otro también. Una universidad desprovista de los recursos humanos y financieros que provee el Conicet difícilmente sostenga la calidad con la que forma a sus estudiantes”, aseguró. Por eso el problema no sólo involucra a los investigares, sino también a los docentes y a los futuros graduados.

Acerca del autor

Juan Manuel Repetto
Periodista. Master en Periodismo Documental (UNTREF). Licenciado en Comunicación Audiovisual (UNSAM).

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