(SLT-FAUBA) Los humedales son ecosistemas modelados por el agua. Brindan servicios clave para el ser humano dado que regulan el clima, las inundaciones y las sequías, mantienen la biodiversidad y son áreas de esparcimiento e interés turístico, entre muchos otros. Lamentablemente, hoy, muchos están degradados. En los humedales costeros de la Bahía de Samborombón, el manejo ganadero de terraplenar los canales de marea para aumentar la productividad potencia la degradación de la vegetación nativa y de los suelos. Un estudio presentado en el Ciclo de Seminarios del Mar, en la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), detectó cambios notables en las comunidades vegetales típicas de estos humedales, apareciendo plantas de pastizales pampeanos, de lagunas pampeanas y exóticas invasoras. Además, el estudio encontró que los suelos se salinizan y que el contenido de sales del agua superficial acumulada es muy variable.
“En particular, yo estudio los humedales de la Bahía de Samborombón, que, como todos los humedales costeros, se ubican en zonas donde la energía de las olas es baja. Precisamente, esto es lo que permite que se acumulen sedimentos y se establezcan plantas”, explicó Vanesa Alí Santoro, egresada de la Licenciatura en Ciencias Ambientales de la FAUBA.
“¿Por qué es necesario conservar estos humedales?”, se preguntó Santoro. “Porque cumplen funciones importantísimas como proteger la línea de costa, retener contaminantes y nutrientes, ser sitios de desove de peces y hábitat de una alta biodiversidad. Además, pueden almacenar grandes cantidades de carbono, lo cual es esencial ante el cambio climático porque bajar la cantidad de este elemento en la atmósfera ayuda a desacelerar el calentamiento”.
Los campos costeros, en problemas
“En la Bahía de Samborombón, la actividad económica principal es la ganadería. Para elevar la productividad, los productores construyen terraplenes sobre los canales de marea. Esta práctica evita el flujo de mareas y ‘desconecta’ a los humedales del agua que viene del estuario del Río de la Plata, transformándolos en tierras ganaderas. El problema es que este manejo impacta negativamente en la vegetación, en los suelos y en el agua sobre la superficie”, sostuvo Vanesa en el seminario Humedales Costeros: las marismas de la Bahía de Samborombón, que presentó en la cátedra de Ecología Acuática (FAUBA).
Alí Santoro afirmó: “Detectamos cambios drásticos en la vegetación natural de los humedales costeros. En la mayoría de las áreas estudiadas prácticamente desaparecen especies típicas como Sporobolus densiflorus y Bolboschoenus maritimus, especies adaptadas al estrés que generan la salinidad y las inundaciones del agua de marea. Además, aparecen con mayor abundancia otras plantas características de pastizales como Poa bonariensis, Lolium multiflorum y Hordeum stenostachys, y otras típicas de lagunas pampeanas como Schoenoplectus californicus y Solanum glaucophyllum”.
En esta misma línea, comentó que otro impacto del terraplenado es la aparición de especies vegetales exóticas de alto potencial invasor. “En el humedal intacto, el 100% de las especies vegetales son nativas. Sin embargo, en el lado ‘desconectado’ del régimen de mareas, este valor se redujo a 80%, y en el restante 20% —obviamente, compuesto por exóticas— aparecieron especies de la Categoría 1 de la Lista Oficial de Especies Exóticas en Argentina, realizada por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. Allí se las clasifica por su impacto actual o potencial. Son peligrosas, y el hecho de que estén presentes en Samborombón es un indicador de modificaciones antrópicas y de sobrecarga animal”.
“Nuestros resultados también muestran que, a veces, el agua superficial en el lado ‘desconectado’ del humedal es tan salada como la del canal de marea. Mientras las vacas pueden tomar agua con una conductividad eléctrica de hasta 3 miliSiemens por centímetro —mS/cm, una medida de salinidad—, en el agua superficial acumulada del lado de los campos llegamos a medir valores de hasta 25 mS/cm, similares a la conductividad del agua de marea proveniente del estuario”, informó Vanesa.
Por último, Alí Santoro reveló a Sobre La Tierra un resultado inesperado de su investigación: en el lado ‘desconectado’ se encontraron en gran abundancia especies halófitas hiper tolerantes a la salinidad, como Sarcocornia perennis y Distichlis spicata, diferentes a las de la vegetación original. Para Vanesa, esa es una señal de que la salinidad del suelo en estas áreas se está agudizando.
Opciones de conservación
Desde la cátedra de Acuicultura y Ecología Acuática (FAUBA), Amancay Mamani resaltó que actualmente en la Argentina, muchos humedales se encuentran bajo la categoría de áreas protegidas de carácter nacional, provincial y municipal. También existe a nivel internacional la figura de Sitio Ramsar, que protege humedales de importancia internacional. La Bahía de Samborombón es uno de los 23 sitios Ramsar de nuestro país.
“Sin embargo —puntualizó Amancay—, más allá de las áreas protegidas falta la aprobación de una ley de humedales que, como la ley de bosques o la de glaciares, proponga un ordenamiento territorial que permita enmarcar los usos que se les pueden dar a los distintos tipos de humedales para evitar su degradación”.
La docente advirtió que, en el caso de las marismas de Samborombón, es necesario que se cumplan efectivamente las evaluaciones de impacto ambiental, evitando tomar medidas particulares y aisladas. Además, es imprescindible seguir investigando para mejorar la información disponible sobre los impactos antrópicos y los beneficios que brinda el régimen natural del agua.
“A través de los seminarios, en la cátedra de Acuicultura y Ecología Acuática intentamos dar difusión a los trabajos de nuestros egresados y a los de otros colegas, en relación con el ambiente acuático. Creemos que son temas de interés para la comunidad en general, y la de la FAUBA en especial”, completó Mamani.
¿Cómo están los humedales costeros de la Argentina?
Vanesa Alí Santoro se refirió a la condición de algunos humedales costeros de nuestro país. “La realidad es que estos ecosistemas vienen siendo degradados desde hace años. Un ejemplo de esto son los de la costa bonaerense desde el Riachuelo hasta Vicente López. Esa parte de la costa se rellenó con fines urbanos para ganar terreno al río. Hoy, estos humedales están degradados”.
Y añadió: “En esa zona también tenemos los problemas que provocan los efluentes industriales y domiciliarios, que se vierten en los ríos y llegan al estuario del Río de la Plata sin tratamiento alguno. Así es como estas áreas costeras se contaminan con metales pesados y hasta se llegan a eutrofizar por su carga de nutrientes”.
“El caso de Punta Indio, en la provincia de Buenos Aires, es clarísimo. Allí, para embellecer la costa, hace muchos años las autoridades eliminaron los juncos y las plantas del humedal, con lo cual la costa retrocedió casi 400 metros tierra adentro. La prueba es que en esa localidad había un hotel característico, el Argentino Hotel, que estaba sobre la costa y ahora está en medio del agua, en ruinas”.
“Otro ejemplo es el de Chubut con las macroalgas marinas. Allí se introdujo una macroalga invasora que está desplazando a la macroalga nativa y reduciendo la diversidad del bosque de algas”, señaló la investigadora.
“En Bahía Blanca también hay humedales costeros. La problemática ahí es el dragado de los canales de marea para que los buques lleguen al puerto. El movimiento de sedimentos que se genera afecta a un ave endémica de la zona llamada gaviota cangrejera —o Larus atlanticus—, que está en peligro de extinción al verse afectados sus sitios de nidificación”.
¿Qué se puede hacer?
“En términos generales —dijo Alí Santoro—, creo que es esencial divulgar a la comunidad qué son los humedales, dónde se ubican y su importancia. Además, hay que implementar planes para gestionar adecuadamente estos ecosistemas. Justamente, por eso desde hace varios años se está elaborando el Inventario Nacional de Humedales, en el que se identifican estos sistemas y se empieza a planificar cómo se los va a manejar”.
“Desde lo personal, mis próximos pasos serán conocer cómo perciben los productores ganaderos el problema que causan los terraplenes; tal vez ni siquiera lo identifiquen como un problema. Además, planeo determinar si los antibióticos y antiparasitarios que le aplican a los animales se están acumulando en el suelo, al igual que el glifosato que se usa frecuentemente para manejar el pastizal. En resumen, resta muchísimo por estudiar y por hacer”, cerró la investigadora.
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