(SLT-FAUBA) La encrucijada está planteada. Por un lado, la quita de las retenciones al agro, la eliminación de los cupos de exportación y la mejora en la relación entre el precio de los insumos (especialmente fertilizantes) y los granos tornó positivos los márgenes del trigo. Por eso, la superficie sembrada en 2016 aumentaría hasta 25%, siempre y cuando las condiciones meteorológicas lo permitan. Por el otro, en algunas regiones, las lluvias retrasaron la cosecha de soja y la siembra de los cultivos de invierno. De cara a la próxima campaña invernal, Daniel Miralles, profesor de la cátedra de Cerealicultura de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) analizó cara y ceca de esta coyuntura.
Según cómo se lo quiera ver, un vaso puede estar medio vacío o medio lleno. La primera reflexión de Miralles sobre las inundaciones y el regreso del trigo a las rotaciones fue positiva. “El trigo es un cultivo clave para el suelo ya que mejora sus propiedades químicas y físicas, además de controlar las malezas. Durante más de diez años, los márgenes negativos hicieron que el trigo desapareciera de las rotaciones, siendo reemplazado parcialmente en ciertas zonas por la cebada. Esto trajo consecuencias negativas como el aumento del nivel de las napas freáticas, la degradación de los suelos y la aparición de malezas en los cultivos de verano. En 2016, esta situación nefasta para los sistemas de producción se comenzaría a revertir gracias a mejores márgenes para el productor y a políticas proactivas por parte del Estado Nacional para promover la exportación de trigo. Por lo tanto, se espera un aumento en la superficie de este cultivo y un excedente de exportación hacia mercados tradicionales como Brasil (que se había perdido) y hacia nuevos mercados”.
“En una gran proporción del área triguera vamos a partir de una cosecha fina sembrada en suelos con una excelente disponibilidad de agua debido al año Niño que venimos teniendo, lo que asegura una gran parte del rendimiento del cultivo. En aquellos lugares donde la napa pueda resultar una ventaja, como en el oeste de la provincia de Buenos Aires, donde los suelos son más sueltos, el cultivo puede independizarse de las precipitaciones durante su ciclo”, sostuvo el investigador.
No obstante, Miralles no dejó de reconocer que si las napas llegan a ascender a menos de un metro de la superficie, todas las ventajas mencionadas se perderían. Los suelos saturados perjudican a todos los cultivos de invierno, y en particular a la cebada, que es más susceptible que el trigo a la falta de aireación. “El exceso de precipitaciones generó situaciones muy complejas en la mayoría de las zonas afectadas, como en el Litoral y en el norte de la provincia de Santa Fe. Las inundaciones dificultaron (y siguen dificultando) la cosecha de la soja, además de producir graves problemas fitosanitarios y brotado de granos. Creo que es importante estar alerta: si estas condiciones se prolongan, podría verse afectada la siembra de los cultivos de cosecha fina”, explicó al sitio de divulgación científica Sobre La Tierra.
“En campañas pasadas también se dilató la cosecha de la soja o no se pudo contar con piso más o menos firme para sembrar la fina; esto podría suceder este año si los excesos hídricos en los suelos se prolongan hacia el invierno. Cuando se dan estas situaciones, en algunas zonas con dificultades por el exceso hídrico, los cultivares de ciclo largo (que son los primeros en sembrarse), deberán ser cambiados por cultivares de ciclo intermedio o corto”, afirmó Miralles.
Para el investigador, si bien esta situación no es novedosa, es necesario que los productores y los técnicos estén alertas para ajustar el manejo en el momento oportuno: “La clave es estar atentos y tomar las precauciones del caso. Si los cultivares de ciclo largo se siembran tardíamente respecto de su fecha óptima, pierden potencial de rendimiento. Además, muchos podrían no llegar a cumplir con la cantidad de horas de exposición a bajas temperaturas (o “vernalización”), necesarias para florecer. De cualquier manera, desde el punto de vista climático, el futuro es más alentador ya que para el invierno y la primavera el pronóstico prevé un año neutro (eventualmente, Niña), lo que reducirá el riesgo de excesos hídricos durante los períodos previos a la floración, que son los más dañinos para los cereales invernales”.
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