(SLT-FAUBA) En el marco del proyecto de modificación de la Ley de Basura Cero, presentado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en el que se plantea volver a incinerar los residuos, un grupo de investigadores, ex funcionarios públicos, referentes de asociaciones civiles y cooperativas de recicladores advirtieron sobre los alcances de esta medida. Durante un evento organizado por los programas FAUBA Verde y UBA Verde de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), debatieron sobre el impacto en el ambiente y en la salud humana que genera la combustión y advirtieron por el trabajo de miles de recuperadores urbanos.
El proyecto presentado ante la Legislatura porteña apunta a modificar la Ley de Basura Cero, vigente desde el 2005. Uno de los aspectos más destacados es que habilita a que puedan incinerarse residuos para aprovechar su energía sin la necesidad de alcanzar las metas de recuperación fijadas en la Ley original. Actualmente, los residuos que llegan a los rellenos sanitarios deberían haberse reducido en un 75%, un porcentaje muy lejano al alcanzado.
Controles rigurosos
“En los últimos 10 años, la Ciudad de Buenos Aires redujo casi un 30% los residuos enviados a relleno sanitario, mientras el conurbano bonaerense los aumentó en un porcentaje llamativo. Esto significa que, en promedio, no existió un cambio en el volumen dispuesto en los rellenos sanitarios”, dijo Diego Wassner, investigador de la cátedra de Cultivos Industriales de la FAUBA y especialista en bioenergías. Además, afirmó que los rellenos sanitarios están colapsados: “Se habla de un horizonte de cinco años de capacidad útil”.
Wassner se preguntó si la Argentina tiene la capacidad técnica y operativa para controlar que la incineración de los residuos se realice de manera correcta y que los gases que genera la combustión no tengan efectos nocivos sobre la salud humana. “Honestamente, no lo sé. No obstante, cuando hay decisión política de controlar, por ejemplo, las emisiones de dioxinas, la tecnología moderna plantea un tratamiento que permite bajar los niveles de emisión y cumplir la normativa ambiental vigente en los países que la utilizan”, puntualizó.
“Por otra parte, la incineración es compatible con el aumento del reciclaje y, si se aprovecha el calor, el balance de carbono puede volverse positivo”, señaló, y agregó que “Alemania recicla el 66% de sus residuos y con el resto hace incineración con aprovechamiento energético. Son modelos para mirar”.
Según Elio Brailovsky, director del Observatorio Ambiental de Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires y profesor consulto de la UBA, “la Ley de Basura Cero vigente fue aprobada a partir de la crisis del 2001, de apuro, sin ningún estudio de soporte. Por eso necesita ser revisada, con esos estudios que no existieron en su momento y que tampoco existen en esta propuesta de cambio”.
“Cualquier revisión de la normativa tiene que plantearse qué incinerar y qué no”, dijo, y citó dos casos mundiales en materia de residuos: Japón, que incinera casi la totalidad de sus residuos domiciliarios, y EE.UU., que sólo incinera el 16%. “El proyecto presentado por el Gobierno porteño no dice dónde se posicionaría la Ciudad. Además, es ambiguo, dado que está planteando una tecnología altamente peligrosa que puede producir cáncer y otras enfermedades”.
Brailovsky coincidió con Wassner en que, con mecanismos de control rigurosos, como los europeos, se podrían disminuir los riesgos para la salud humana. “El tema es que las incineradoras suelen instalarse en lugares muy contaminados, como la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires, donde vive gente pobre y es muy difícil medir la cantidad de dioxinas y otras sustancias tóxicas que provienen del incinerador”, indicó.
“¿Por qué este proyecto de cambio en la Ley de Basura Cero no incluye directivas de calidad de aire? Deberían establecerse mecanismos de control confiables, que podrían realizarse en conjunto entre el Estado y las universidades públicas. Los resultados de las mediciones de los gases de combustión podrían estar online, con acceso público en todo momento”, añadió.
María Semmartin, investigadora de la FAUBA y del Conicet, y directora de la carrera de Ciencias Ambientales, consideró: “Las propuestas que ha hecho la administración actual son mejorables, pero es rescatable analizar cómo estamos después de 15 años de haber establecido metas de reducción concretas. También es necesario evaluar los problemas ambientales de una forma integrada. La población mundial sigue creciendo y urbanizándose, y el crecimiento económico va acompañado por más residuos e impactos ambientales”.
“Hoy tenemos la peor de las versiones de quema en el gran Buenos Aires y en muchos otros pueblos donde no hay rellenos. Se prende fuego de forma periódica, nadie controla ni aprovecha la energía”, agregó Semmartin, quien además participa como miembro del sector científico en la Comisión de la Ley de Basura Cero. Por otra parte, señaló que “el relleno sanitario también es una tecnología peligrosa y las autoridades que la controlan no son muy diferentes de las que controlarían la incineración”. No obstante, destacó que en muchos países de Europa, la incineración coexiste con el compostaje y el reciclado, lo que sugiere que las distintas tecnologías no compiten entre sí.
Principio precautorio
Silvia Ferrer, médica pediatra, ex coordinadora del Departamento de Salud Ambiental del Ministerio de Salud de la Ciudad de Buenos Aires, se refirió a la Ley de Basura Cero desde el punto de vista de la salud.
En 2014, la Organización Mundial de la Salud advirtió que la principal fuente de morbilidad en la población a nivel mundial es la contaminación atmosférica. “Las nanopartículas desencadenan enfermedades respiratorias, cardiovasculares, neurológicas y alteran el ADN. Existen descripciones de malformaciones congénitas en poblaciones cercanas a las plantas”, informó y, en este sentido, advirtió que los compuestos químicos que se producen a partir de procesos de combustión son cancerígenos.
“Nosotros hacemos énfasis en aplicar el principio precautorio. Debemos ser humildes y reconocer los límites del conocimiento científico y de la tecnología. Aún desconocemos cuáles son los límites máximos tolerables de distintas sustancias. Queremos que nuestras poblaciones no estén expuestas a riesgos. Si existe alguna sustancia en el ambiente, deberían adoptarse acciones preventivas que van desde la prohibición hasta la sustitución por tecnologías alternativas”, afirmó. Además, subrayó que “es muy difícil establecer la relación causal entre las emisiones actuales y la aparición de enfermedades porque se necesitan modelos multi-causa y multi-efecto, casos, controles e información de poblaciones que se puedan comparar con exposiciones de entre 10 y 15 años”.
Reciclar y recuperar
“La Ley de Basura Cero fue votada por unanimidad mediante un proceso participativo. Prohíbe la incineración de residuos hasta tanto no se alcance el 75% de reducción del enterramiento (reducción prevista para 2017), teniendo como base el año 2004. La prioridad es reducir el enterramiento del relleno sanitario y privilegiar la recuperación de materiales. Pero hasta hoy no llegamos al 30%”, lamentó Cecilia Allen, integrante de la Coalición Ciudadana Anti-incineración.
De acuerdo con la socióloga, la mayor parte del presupuesto de la CABA orientado a esta materia se destina al enterramiento de los residuos, mientras que un porcentaje mucho menor va a las cooperativas que trabajan en la recuperación. “Hay que dar un debate sobre cuáles son las prioridades. Esto no implica decir que la Ley es mala, sino que es perfectible. Todos estamos de acuerdo en que hay que reciclar y recuperar, pero estamos tratando de meter por la ventana el último eslabón de la cadena. Queda mucho para hacer ante de hablar de la incineración”.
Por su parte, Manuel Matéu, responsable técnico en proyectos de desarrollo productivo para las cooperativas de la Federación Argentina de Cartoneros y Recicladores, recordó que, en 2001, la Ciudad de Buenos Aires vivió una explosión de miles de cartoneros que venían del segundo o del tercer cordón del conurbano a buscar materiales reciclables. Hoy, después de un largo proceso, en CABA existen 6500 trabajadores vinculados al sistema formal de recuperación. “Ellos pusieron la palabra reciclaje en la agenda y alentaron la Ley de Basura Cero, que es pionera en el mundo. La incineración destruye el espíritu de esa Ley porque desincentiva la separación y el reciclado”, aseguró.
Por otra parte, alertó que hoy se planea invertir 800 millones de dólares en un incinerador, cuando con el 3,5% de ese presupuesto se podrían poner en funcionamiento 40 plantas de reciclaje en el AMBA, con una capacidad total para reciclar 2000 toneladas de material por día. “Es un número para mostrar la dimensión de lo que estamos hablando en términos de inversión, pero también indica la falta de decisión política. Porque hoy, la CABA tiene máquinas con una capacidad para procesar sólo 260 toneladas por día, sumadas a otras 800 toneladas de las plantas que se encuentran en Villa Fiorito y José C. Paz”.
“No estoy contento de discutir la incineración, creo que tendríamos que estar discutiendo todos esos desafíos que tenemos. Cómo hacemos para que estos trabajadores estén dentro del sistema, incorporados a la gestión de residuos, con mejores condiciones, mejor infraestructura y aumentando su productividad. Si quieren, dentro de 10 años volvemos a pensar en los incineradores, pero hoy discutamos eso”, finalizó.
Generar conciencia
Al cerrar el encuentro, Agustín Rearte, coordinador del programa de separación en origen de la Facultad de Agronomía de la UBA, FAUBA Verde, realizó un llamado a la comunidad de estudiantes y docentes de la Universidad para que mejoren los propios hábitos de producción y disposición de residuos, y afirmó que aún no están agotadas todas las instancias de manejo.
Rearte, quien además moderó el encuentro, consideró que al menos en la carrera de Ciencias Ambientales debería existir una mayor colaboración en la separación de residuos, pero pese a tratarse de un ámbito académico especializado en la temática, las ‘campanas verdes’ muchas veces no son del todo efectivas. En este sentido, advirtió que cuando los residuos no se separan bien en origen, luego es difícil que el recuperador urbano pueda realizar bien su trabajo.
“Creo que a partir de esta jornada de debate nos llevamos muchas preguntas e incertidumbres, pero sobre todo nos vamos con la certeza de tenemos que generar una mayor conciencia”, concluyó.
Muy buena la nota, de un tema complejo, que toca muchos intereses y que se lo puede abordar desde diferentes miradas.
En lo personal me hubiera gustado que hubiera mas datos duros que opiniones personales, y que en alguna medida no estuvieron porque no los tenemos a nivel local.
Comento esto porque pone de manifiesto todo lo que falta en términos de información para tomar decisiones de política ambiental, en este caso en la gestión de RSU de grandes ciudades y que desde los trabajos de intensificación se pueden generar aportes valiosos.