(SLT-FAUBA) En la actualidad existen tecnologías de todas las formas y colores creadas para el sector agropecuario: desde sensores montados sobre satélites, drones y constelaciones de nanosatélites hasta cosechadoras que analizan la humedad del grano. Están disponibles los sistemas, los sensores, la electrónica y la ingeniería que permiten una constante generación de información y novedosas formas de relacionarse con el campo. A pesar de esto, una baja cantidad de productores adopta las flamantes tecnologías.
“Hay una enorme cantidad de herramientas en las que el usuario accede a través de una página web o un teléfono móvil, a información resumida y simple que le permite hacer consultas o visualizar resultados. Se puede seguir la producción, estimar variables biofísicas, rendimientos, mejorar la resolución espacial y temporal, pero los usuarios tienen un rol pasivo en ellas”, afirmó Carlos Di Bella, docente de Sistemas de Información Geográfica de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) e investigador del INTA.
Diferentes estudios realizados muestran bajos niveles de adopción de las numerosas tecnologías agropecuarias en la Argentina y en Latinoamérica, menores al 50%, que hacen replantear las acciones de sus desarrolladores: “Hay que aumentar el intercambio de conocimientos entre los usuarios y los proveedores de servicios, con empresas, con grupos CREA o con universidades. A su vez, deberíamos realizar un seguimiento hasta la adopción de las mismas y no desligarnos en la creación”, añadió Di Bella.
Además, agregó que en sus investigaciones abordó la cuestión de la adecuación de las tecnologías a los diversos tamaños de unidad agropecuaria y, por otro lado, la confianza que los usuarios le tienen al proveedor del producto. “Los grandes productores llegan a las innovaciones tecnológicas porque muchas veces se gestan pensando en ellos. Por esa razón es tan importante el rol de los organismos estatales, como las universidades, el Conicet y el INTA en el desarrollo y acercamiento de tecnologías adecuados para pequeños y medianos productores”.
Di Bella se expresó de este modo durante un simposio realizado recientemente en el Ministerio de Ciencia y Técnica, donde empresarios, científicos e investigadores de instituciones como el INTA y el Conicet presentaron sus adelantos tecnológicos para el sector y analizaron la realidad y las alternativas para masificarlos. Además, resaltaron modelos exitosos de sistemas de información voluntario y comunitario.
Las ventajas de un clic
A pesar de ser consciente del camino que falta por recorrer en materia de infraestructura y de participación en las herramientas disponibles, Di Bella mostró el ejemplo de un modelo que se adoptó de manera amplia y benefició a los productores que la utilizaron y, al mismo tiempo, a sus pares: “Los sistemas de información voluntario y comunitario pueden ser una gran alternativa. En ellos, los productores toman un rol activo en el ingreso de información de sus campos y entienden la importancia para la comunidad de productores. Ellos mismos incluidos”, explicó.
El investigador resaltó la utilidad de estos sistemas y presentó un caso exitoso: El mapeo de la altura de napas del oeste de la Provincia de Buenos Aires por parte de los productores. En la plataforma pública se cargaron 500 datos que todos pudieron visualizar y tomar decisiones en base a la información que recibieron de los campos aguas arriba.
Otro ejemplo que se presentó fue la aplicación que aborda las enfermedades: se combinan datos de las estaciones meteorológicas con los del cultivo y se obtiene el
riesgo de ocurrencia de la afección. “El productor que ingresa el estadio de su cultivo obtiene, en tiempo real, la incidencia de riesgo de una enfermedad. En simultáneo, posibilita configurar un mapa en tiempo real de lo que está pasando con los cultivos de la zona”, contó Di Bella.
Comunidad participativa o privacidad hermética
Dentro del Simposio de Bioeconomía Región Centro Sur 2016, el taller “tecnologías transversales aplicadas a la agricultura” posibilitó a los docentes e investigadores difundir las actividades que vienen desarrollando pero también tuvo un espacio para el debate y encuentro con usuarios de las herramientas: la carga de información comunitaria, el derecho a la privacidad de los datos y la confiabilidad de los mismos.
Gabriel Tinghitella, docente de la cátedra de Cereales de la FAUBA y técnico de I+D de AACREA, destacó el cambio de generación entre productores: “En otros tiempos, el compartir información no generaba valor, pero hoy en día la tecnología está madura en algunos sentidos. Son hábitos que, con los incentivos necesarios, pueden comenzar a adoptarse”.
Di Bella, mientras destacaba la importancia de encuentros de diálogo, agregó: “mapas comunitarios, controlados y visualizados por pares, realmente permite una mejora sustancial en la adopción de tecnologías y le da un valor agregado a la información”.
En cuanto a la temática de la privacidad de la información, Fernando Vilella, director del Departamento de Bioeconomía, Políticas Públicas y Prospectivas de la FAUBA, dijo: “Cuando son producciones diferenciadas tiene sentido preservar la información, pero cuando son producciones de tipo commodity lo mejor que pueden hacer los vecinos es basarse en el modelo AACREA. El mismo está sustentado en compartir la información para que todos los campos avancen ya que no competimos en el plano nacional, sino en el mundo”, finalizó.
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