“El aumento de los rindes en los principales cultivos pampeanos, oculta un problema importante: la degradación del suelo”. Con esta afirmación, Carina Álvarez, profesora adjunta de la cátedra de Fertilidad y Fertilizantes de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), advirtió sobre el desafío que enfrenta hoy la producción agrícola en el país.
Álvarez explicó que, en las últimas décadas, los cultivos tuvieron un aumento importante en sus rendimientos, impulsados por mejoras en la genética y por la adopción de prácticas de manejo: Entre 1990 y 2007, se duplicó el rendimiento medio nacional de maíz, en tanto que lo de trigo y soja aumentaron más de 40%.
Los beneficios se trasladaron a la rentabilidad de las empresas y, si bien muchas de ellas acompañaron el crecimiento económico con la implementación de prácticas sustentables, tales como la siembra directa, aún queda mucho por hacer en términos de sustentabilidad. Hoy existe un conjunto de prácticas que, pese a tener una amplia difusión, no son tenidas en cuenta a la hora de planificar la campaña.
“La introducción de la agricultura en los pastizales pampeanos produjo cambios significativos en la materia orgánica de los suelos, aumentos de la densidad aparente, disminución de la estabilidad estructural y del contenido de nutrientes, y muchas veces dejó su impronta a través de la erosión hídrica (visualizada como la pérdida del Horizonte A) y eólica (con la perdida de los materiales más valiosos del suelo, como arcillas y materia orgánica)”, detalló Álvarez.
“Pese a esta pérdida del capital suelo, estamos en un escenario de rindes crecientes, que repercute positivamente en la rentabilidad de las empresas y oculta la degradación del recurso natural. Por eso, tenemos que producir un cambio de visión, concentrado en el manejo sustentable: construir un presente, pensando en nuestro legado, porque podemos estar hipotecando el futuro de la producción”, aseguró la profesora de la FAUBA.
Al respecto, señaló que hoy existe un conjunto de prácticas agronómicas eficientes que atienden a la conservación del suelo. Entre las principales, destacó las que contribuyen a mejorar el contenido de materia orgánica y el control de la erosión, para lo cual “es necesario reforzar las entradas de material vegetal al suelo a través de la selección de cultivos con alto aporte de rastrojo, la realización de dos cultivos al año o la introducción de cultivos de cobertura. A ello se suma la siembra directa y la realización de terrazas, en los casos necesarios”, dijo Álvarez.
Además, detalló las prácticas que atienden a mantener una buena calidad física del suelo. Para esto, es fundamental pensar en un futuro control del tránsito dentro del lote, minimizando el estrés y la compactación. Prácticas tan sencillas como controlar la presión de inflado de los neumáticos, permiten atenuar la compactación con costo cero, por ejemplo.
Por último, se refirió a las tecnologías que atienden a mantener un buen nivel de nutrientes en el suelo. En este caso, las estrategias pasan por fertilizar dosis justa partir de diagnóstico de la disponibilidad de nutrientes en el suelo, realizar aplicaciones eficientes, aprovechar al máximo la capacidad de fijación biológica del nitrógeno atmosférico, tanto en cultivos comerciales como de cobertura.
Daireaux, un caso paradigmático
¿Por qué, en muchos casos, estas prácticas no se aplican? Según la especialista de la FAUBA porque “la conservación del suelo no tiene un beneficio económico a corto plazo”. En estos casos, “es fundamental la intervención de Estado en el diseño de políticas públicas que favorezcan el cuidado del medio ambiente”, agregó.
Hay provincias que fueron pioneras en este aspecto, como Entre Ríos, cuya Ley de conservación de suelos determina una serie de exenciones impositivas para los establecimientos que realizan prácticas de control de la erosión hídrica. Otros caso paradigmático se desarrolla en la localidad bonaerense de Daireaux, donde el municipio lleva adelante un “Plan de Mejoramiento de Suelos” junto con la FAUBA.
Esta iniciativa incluye campañas de concientización dirigidas a productores, técnicos y a la comunidad en general, visitas a establecimientos, capacitación técnica, análisis de suelo e imágenes satelitales de diagnóstico a precio de costo para campos menores a 600 hectáreas.
La iniciativa comenzó a desarrollarse hace unos cinco años y en la actualidad comprende más de 50.000 hectáreas agrícolas (de un total de 180.000) ubicadas en norte del partido de Daireux, donde se siembra sobre suelos arenosos, con falta de retención hídrica y con problemas erosión eólica.
“Además, estamos trabajando para incorporar nuevas superficies en el sur de Daireaux, donde se desarrollan planteos ganaderos. Allí, los suelos presentan problemas de anegamiento y poseen altos contenidos de sal y sodio”, indicó el Ing. Agr. Celio Chagas, docente de la cátedra de Manejo y Conservación de Suelos de la FAUBA, quien comparte el proyecto con los Ings. Agrs. Oscar Santanatoglia, Marcelo Massobrio y Mario Castiglioni, de la misma casa de estudios.
“Se trata de generar una conciencia individual, como base de una conciencia colectiva, a través de la educación y de la comunicación masiva, no sólo poniendo el énfasis en que hay que conservar los recursos, sino también en que hay que asegurar el alimento para todos”, resumió Álvarez.
Día de la conservación del suelo
El pasado 7 de julio se celebró el Día de la conservación del suelo, en honor al Dr. Hugh Hammond Bennet quien dedicó su vida a la investigación de este recurso natural desde el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA).
En la década del 30, cuando aún no existía conciencia sobre a necesidad de cuidar el medio ambiente, Bennett comenzó a recorrer su país advirtiendo que el suelo estaba recibiendo el peor tratamiento en toda la historia de la humanidad.
Su mayor preocupación era la erosión eólica, un problema que quedó en evidencia en 1934, cuando se desató en el centro de Estados Unidos una tormenta de polvo denominada Dust Bowl, con ráfagas de viento que llegaron hasta la costa este del país llevándose todo por delante. Fue entonces cuando el Senado votó el Acta de Conservación de Suelos y se comenzó a tomar conciencia sobre la degradación del suelo y la importancia de su conservación.
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