(SLT-FAUBA) Pedro Arata perteneció a la generación del ‘80. Fue médico, farmacéutico, profesor universitario de química y primer decano de la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la UBA. Sin embargo, pocos hoy conocen cabalmente los relieves de su historia o el legado que dejó en obras, bibliotecas y conocimiento. En este sentido, el libro de Diego Medan “Pedro Arata. Un viaje a los cimientos de la Argentina” echa luz sobre uno de los más destacados intelectuales argentinos de entresiglos.
“Si le preguntamos sobre Pedro Arata a alumnos y docentes de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) o a los de Veterinaria de la UBA, apenas saben que en la FAUBA existe un pabellón y una biblioteca que llevan su nombre, o que hay una parada del ferrocarril y un pueblito en la Provincia de La Pampa. Es difícil ir más allá de eso, como cuándo nació y murió, cuándo fue profesor, o de qué materia. Quizás en la Facultad de Medicina de la UBA se recuerde cuánto contribuyó al desarrollo de esa casa de estudios. Pero por fuera de esas facultades, tal conocimiento desaparece. Pedro Arata no es una figura presente en la memoria colectiva”, sostuvo Diego Medan, profesor de la Cátedra de Botánica de la FAUBA.
¿Quién fue Pedro Arata?
“En la primera parte del libro incluí una breve biografía de Arata. Él era un porteño de la generación del ‘80 y, tal como digo en el título, es sin dudas una persona muy relacionada con la construcción de las bases de nuestro país. Había cursado el primario y parte del secundario en Italia, donde descubrió su pasión por la química. Más tarde, al regresar a Buenos Aires, estudió en paralelo las carreras de Medicina y Farmacia. Sabía tanta química que antes de recibirse empezó a trabajar en el Departamento de Estudios Preparatorios de la UBA, que vendría a ser el antecesor del actual CBC”, contó el autor.
Medan también destacó sucintamente que Pedro Arata empezó a trabajar como docente, muchas veces hasta de sus propios colegas. Primero enseñó química orgánica en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA y después en la Facultad de Medicina de la UBA. Más adelante se vinculó con el Ministerio de Agricultura, y en 1904, durante la segunda presidencia de Roca, el ministro Wenceslao Escalante decidió crear el Instituto Superior de Agronomía y Veterinaria.
“Tuvieron que convencerlo de ‘aventurarse’ a organizar ese Instituto, pero una vez que Arata aceptó el desafío, de inmediato comenzó la tarea. Una de sus primeras decisiones fue ‘importar’ profesores del exterior. El Instituto funcionaba en los terrenos donde hoy se encuentran ambas facultades. En ese tiempo, acceder al predio era muy difícil; estaba ubicado en La Chacarita, un lugar remoto y de mala reputación. Tanto fue así que durante sus ocho años de gobierno, el Consejo Directivo jamás se reunió en el instituto/facultad, sino en el Ministerio de Agricultura y luego en un edificio de la UBA, en el centro de ciudad”, señaló Medan, quien también es Investigador Principal del Conicet.
“Es importante mencionar que la Instituto Superior de Agronomía y Veterinaria, al cabo de los primeros cuatro años, corría peligro de desaparecer por falta de financiación. La urgente situación lo llevó a Arata, que era el rector, a gestionar exitosamente que la UBA incorporara al Instituto como una nueva facultad. Así surgió la Facultad de Agronomía y Veterinaria, con Arata como primer decano. Ambas facultades funcionaron como una sola hasta 1973, cuando se separaron bajo el gobierno militar de Lanusse”, dijo Medan, y añadió: “Hoy, cuando la FAUBA festeja su aniversario, hace referencia al día de septiembre de 1904 en el que se creó aquel Instituto”.
Desde su perspectiva, Diego Medan comentó: “En el libro profundicé en la trayectoria académica de Pedro Arata y en su rol como organizador de nuestra facultad. También incluí aspectos menos conocidos de su historia y hasta determinados hechos que sus biógrafos anteriores ignoraron por completo. Por ejemplo, su trabajo como médico y las actividades industriales que realizó con Roque Sáenz Peña, de quien era como un hermano del alma. En concreto, ellos desarrollaron un sarnífugo para ovejas. Sáenz Peña ponía su campo y ovejas como sitio experimental; Arata, sus amplios conocimientos de química, y otros aportaban capital. Todo esto surgió de haberme metido de lleno en la documentación acerca de su vida, que fue realmente sorprendente”.
Arata y su increíble biblioteca
“Mi interés por Pedro Arata y sus libros comenzó 30 años atrás, cuando desde la Comisión de Biblioteca de la FAUBA debimos asesorar al Consejo Directivo sobre qué hacer con la Biblioteca Arata. La UBA estaba intentando sacarla de la FAUBA para llevarla al Instituto Bibliotecológico, una dependencia de la UBA que ya no existe con ese nombre; es el actual Sistema de Bibliotecas y de Información (SISBI; SECyT-UBA). Obviamente, aconsejamos que de ninguna manera la FAUBA se desprendiera de esa biblioteca, dado que los descendientes de Arata la habían donado para que estuviera en la Facultad de Agronomía y Veterinaria”, indicó el investigador.
En relación a la Biblioteca Arata, Medan acotó: “Era una de las bibliotecas privadas más importantes de la Argentina de entresiglos. Arata la empezó a construir desde joven, aproximadamente en 1860, y siguió coleccionando libros hasta sus últimos días. En su mejor momento, su biblioteca contenía más incunables que la Biblioteca Nacional ‘Mariano Moreno’. Es increíble lo que un profesor universitario podía hacer en aquel tiempo sólo con su sueldo: mantener a una familia de 10 hijos y… comprar libros”.
La biblioteca de Pedro Arata se cerró en 1922, cuando el ex-decano falleció. Los 40.000 libros que contenía permanecieron en la residencia familiar de Rivadavia al 2200 hasta que los descendientes decidieron vender la casa. En 1942 donaron una parte de la biblioteca a la Academia Nacional de Medicina, principalmente libros de los siglos XIX y XX y una colección de revistas científicas de química. En 1946, los familiares donaron otra parte a la Facultad de Agronomía y Veterinaria para que funcionara como una biblioteca independiente de la Biblioteca Central. Estos libros eran selectos, desde historia de la ciencia hasta alquimia, pasando por agronomía, arte y literatura. También incluía libros de los siglos XVIII, XVII, XVI e incunables, es decir obras impresas antes del año 1500.
“Siempre me interesaron mucho las bibliotecas”, confesó el autor. “Mi vínculo con la de Arata arrancó en el año 1987 y se fortaleció en el 2006, cuando durante la gestión del decano Vilella me nombraron su curador. Entonces empecé a investigar cómo se había formado y por qué teníamos una parte y no los 40.000 libros”.
“Para eso, y para conocer más al personaje de Pedro Arata, tuve que investigar y aprender mucho. Incluso, logré que la FAUBA le comprara a ciertos anticuarios mucha correspondencia del ex-decano. En los últimos cinco años trabajé sistemáticamente en escribir todo eso. Recién entonces empezó a aparecer la personalidad de Arata y a entenderse mejor por qué un químico brillante, profesor universitario en Medicina y Ciencias Exactas de la UBA y director de la Oficina Química Municipal —que era el laboratorio bromatológico de la ciudad— llegó a coleccionar con pasión tantos miles de libros valiosos. Y al mismo tiempo, cómo hacía para mantenerse actualizado en su materia, la Química”, finalizó Medan.
Felicitaciones Medan, impresionante trabajo! como impresionante la figura de Arata, cuando pase hoy dìa por el pabellon Arata voy a sentirlo como un querido profesor, alguien que esta vivo en nuestros corazones.
Estimada Marìa, muchas gracias por tu comentario. Señala algo muy cierto, y es que los lugares (y las personas que no hemos conocido directamente), significan para nosotros poco o mucho en función de lo que sabemos sobre ellos. Me alegra que el libro sea capaz de dar su mensaje.
celebro y agradezco el esfuerzo en el tiempo, del Sr. Diego Medan, por todos ya conocido
Estimado Dr. Medan: escuché con mucho interés su clase magistral sobre la biblioteca Arata en el V Encuentro de Fondos Antiguos y luego bajé varios de sus valiosos trabajos sobre el Prof. Arata. No me quedó en claro si actualmente la biblioteca conserva algún incunable, y si son varios: cuántos. Excelente su profundo estudio sobre los ex libris y sellos de Arata padre e hijo. Y tambien sobre el libro de las misiones jesuíticas. Muchas gracias por todo. Juan Carlos