(SLT-FAUBA) Tras 30 años del funcionamiento de una curtiembre, el pueblo de Nonogasta, en la provincia de La Rioja, vive en un ambiente contaminado. En esa localidad, a 200 km de la capital provincial, la incidencia media de cáncer triplica el promedio nacional. Por ello, estudiantes de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) realizaron un estudio de contaminación ambiental en la industria del cuero, que informa niveles de cromo hasta 50 veces más altos que establecidos por la ley para los suelos. Además, también se detectó la presencia de cromo en los efluentes, cuando las normativas no lo permiten en las descargas en el suelo.
Los análisis de las muestras de los efluentes y los suelos sobre los que se vierten se realizaron en la Cátedra de Química Analítica de la FAUBA, utilizando como referencia la legislación de la provincia de Buenos Aires ante la falta de parámetros en la Rioja. “En los sedimentos de la curtiembre se registró un valor 40.016 µg cromo/g suelo, mientras que el límite legislado es de 800 µg/g. Por otra parte, el residuo líquido —o efluente— que sale de la curtiembre presenta 41,45 mg de cromo/litro de efluente, cuando debería ser cero para descargas en suelos”, dijo Agustín Rearte, docente de la cátedra de Química Analítica de la FAUBA.
El equipo que tomó las muestras manifestó en su informe que el cromo se podría movilizar unido a las partículas del suelo o disuelto en el agua. “Las lluvias que generan escorrentía pueden arrastrar a las partículas contaminantes hacia aguas superficiales y otros sitios no contaminados. A su vez, el viento puede llevar esas partículas a muchos kilómetros de distancia hasta encontrar otros cuerpos de agua y contaminarlos”, afirmó María Eugenia Meizoso, estudiante de la LiCiA, quien viajó a Nonogasta con otros compañeros para realizar los muestreos.
La planta de curtido de cuero genera numerosos residuos gaseosos, sólidos y líquidos que perjudican al ambiente y a los seres vivos si no se les aplica un tratamiento apropiado. “Pudimos ver cómo el efluente verde ocre que contenía diferentes compuestos químicos y restos de animales era vertido en el suelo, en pozos sin ninguna protección ni tratamiento”, afirmó Francisco Magni, estudiante de la LiCiA y parte del equipo responsable del estudio.
Miguel Tabares, compañero de Meizoso y Magni en la LiCiA, advirtió que la toxicidad del cromo está determinada por sus distintas formas químicas, que varían al exponerse al aire libre. “Tanto el cromo en estado VI como el cromo en estado III tienen efectos negativos para la salud. El primero, está clasificado como grupo I por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC). Este grupo incluye los elementos más cancerígenos de toda la clasificación”, resaltó
Abandono planificado
“Los efluentes se depositan sobre pozos del tamaño de una cancha de fútbol, de hasta 100 m de largo por 50 m de ancho y 5 m de profundidad, sin tratamiento ni membrana protectora o aisladora. Esto puede ocasionar serios impactos en la salud y en el ambiente”, contó Magni, y agregó: “A través de los 30 años de esta actividad industrial, la planta de tratamiento brilló por su ausencia y el supuesto pulmón verde donde plantaría especies tolerantes, aún es pura tierra”.
Rearte afirmó que existen numerosas experiencias y tecnologías para el tratamiento de los residuos en la industria de la curtiembre, ya que es una industria relativamente antigua. “No es una cuestión tecnológica o de desconocimiento, es falta de inversión en una planta de tratamiento y disposición final”.
Meizoso informó que las personas de este pequeño pueblo sufren una alta tasa de incidencia de cáncer, úlceras, irritaciones del aparato digestivo, y que, aunque todavía no existe un estudio epidemiológico, estas afecciones podrían estar relacionadas con la exposición a metales pesados. “Muchos habitantes de Nonogasta trabajan en la curtiembre. Los sucesivos dueños de la empresa nunca dieron solución a esta situación alarmante y durante todos estos estos años, el control del Estado ha sido escaso”, explicó.
Lo necesario
Rearte se refirió a los pasos a seguir luego de 30 años de contaminación por la industria del cuero: “En principio hay que tratar los efluentes para frenar la contaminación y readecuar los piletones para depositar los desechos finales tratados. También hay que profundizar los estudios ambientales para delimitar el alcance de la contaminación, proponer estrategias de remediación, y comenzar con los estudios epidemiológicos, para evaluar los alarmantes números de enfermedades”.
En este sentido, cerró: “Tras 30 años de contaminación sólo con frentar la contaminación no alcanza, también hay que realizar trabajos de remediación sobre las zonas afectadas. A su vez, es necesario fortalecer la legislación y los controles para evitar que esto siga pasando”.
En otros sitios del planeta tierra, este tipo de situaciones comienzan a ser juzgadas por la gente en un marco denominado “ecocidio”. “Ecocide is a Crime Against Peace”. “Ecocide the extensive destruction, damage to or loss of ecosystem(s) of a given territory, whether by human agency or by other causes, to such an extent that peaceful enjoyment by the inhabitants of that territory has been severely diminished”. Los Argentinos no estamos haciendo caso a la gravedad de la situación. Esto cobrará más vidas, más salud y no sólo ocurre en La Rioja. La cuenca “Riachuelo Matanza” es un ejemplo típico, mucho dinero se ha invertido pero la situación continua siendo deplorable. Se deberían tomar los recaudos necesarios, ya no se trata de algo que no se sepa. Ahora se sabe y está todo en Wikipedia. Si no se hace es porque hay un espíritu criminal en el ambiente…
Esa curtiembre fue de propiedad de la familia Yoma, y en su origen habría sido una pequeña industria que procesaba cueros de cabritos de procedencia regional. En la época de Carlos Menem, pariente político de esa familia, creció hasta convertirse en una de las curtiembres mas grandes del país, apalancada por generosos créditos de bancos estatales que no pagaron. Creo que finalmente quebró, y la compró un grupo brasilero (CSR) que la seguiría operando hasta ahora.
La ubicación de semejante planta industrial en ese lugar es un disparate económico y ambiental. Desde el punto de vista económico es obvio que traer los cueros crudos (y demás insumos) desde 1000 km, y enviarlos procesados para su exportación a un puerto a 1200 km, la hace muy poco competitiva con plantas ubicadas en Santa Fe y Buenos Aires. Esa ubicación y su dimensión no se justificaría si no hubiera habido un negocio financiero subyacente.
Desde el punto de vista ambiental, su consumo de agua, en un lugar árido donde ese elemento es sumamente escaso, compite con el riego y usos urbanos en Nonogasta y su zona próxima. Lo que es peor, sus efluentes (no solo cromo sino otros contaminantes inorgánicos y orgánicos) contaminan el acuífero del que se alimenta no solo el pueblo (7000 habitantes) sino también unas 1500 ha bajo riego, fundamentalmente de vid, olivos y hortalizas, en el cono aluvial de Guanchín – Nonogasta.
En una imagen satelitaria puede comprobarse que los efluentes de la curtiembre se infiltran, en las lagunas de tratamiento, directamente en la parte superior de este cono aluvial el que, por sus características geológicas, tiene una muy alta permeabilidad e infiltra y trasmite agua con gran rapidez.
Este es un caso claro de una industria que no justifica su ubicación en ese lugar sino por motivos extra económicos, y que ahora tiene un efecto muy pernicioso sobre la misma población que depende directa o indirectamente de ella. Habría que ver si hay algún modo técnica y económicamente factible de tratar sus efluentes; ya que no de remediar la contaminación existente.