(SLT-FAUBA) Con una producción de 74 millones de toneladas, el cultivo de colza se ubica en el top 3 de los rankings mundiales de oleaginosas, tras la palma y la soja. Su aceite es de buena calidad para la salud humana y su harina es apta para alimentar animales, entre otros usos. Sin embargo, en la Argentina, el cultivo aún permanece relegado como alternativa en las rotaciones agrícolas. Una de las razones es que se pierde rendimiento al desconocer el momento óptimo de cosecha: ante una demora, los frutos maduran, se abren y las semillas caen al suelo. En este marco, una investigación de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) estableció una forma objetiva para saber cuándo es oportuno cosechar los granos del cultivo y evitar que disminuya el rendimiento.
“Actualmente, una sola empresa comercializa aceite de colza en la Argentina —llamado aceite de canola—, y se lo suele encontrar en las grandes cadenas de supermercados y en algunas dietéticas. Hubo un boom de producción en los años 90s, pero después surgieron problemas en el manejo agronómico y en la comercialización, y eso desalentó a los productores para que lo adoptaran. Uno de esos problemas fue la pérdida de rendimiento durante la cosecha”, explicó Nora Gómez, docente de la cátedra de Cultivos Industriales de la FAUBA.
“La cosecha tiene algunas complicaciones. Cuando el fruto de la colza se seca en la planta, se abre muy fácilmente al contacto. Eso genera que muchos granos se caigan al suelo cuando avanza la cosechadora. Por eso nos pareció importante determinar a campo cuándo es que el grano alcanza la madurez fisiológica —su máximo peso seco— para cosecharlo antes de que caiga al suelo por la apertura del fruto. Como en otros cultivos, ese punto se puede conocer al medir el porcentaje de humedad de los granos”, puntualizó Nora.
La investigación que Gómez y colaboradores publicaron en la revista científica Field Crops Research estableció que el momento de máximo peso seco de los granos ocurre cuando su humedad alcanza un valor de entre 45 y 46%. “Este resultado representa un gran avance ya que, hasta el presente, el momento de cosecha se determina ‘a ojo’, es decir, se toman en cuenta aspectos visuales como el color de los frutos o de los granos, entre otros. Nuestro trabajo brinda información para que los productores decidan objetivamente cuándo cosechar; además, esa medición se puede hacer en el campo con una herramienta simple”.
El potencial del cultivo
Gómez comentó a Sobre La Tierra las numerosas ventajas nutricionales, comerciales y productivas de la colza. “Entre los cultivos oleaginosos, es de los más saludables porque tiene un porcentaje bajo de ácidos grasos saturados, directamente relacionados con el colesterol ‘malo’ en la sangre. Por otro lado, al comercializar el cultivo los productores pueden recibir bonificaciones si los granos superan el 43% de aceite. Esto es muy factible. Por ejemplo, en experimentos que realizamos en la FAUBA obtuvimos porcentajes mayores al 50%.
En cuanto a aspectos agronómicos, la docente resaltó que la colza es un cultivo de invierno que se puede cosechar entre noviembre y diciembre —antes que el trigo—, lo que permite sembrar posteriormente soja, girasol, sorgo o maíz tardío. Además, está disponible para ser procesado cuando la industria aceitera está ociosa, dado que el girasol recién llegaría entre febrero y marzo. El hecho de que no compita con este aceite, el más importante en la Argentina, es una ventaja considerable.
No obstante, Gómez aclaró que la colza no se llegó a incorporar a las rotaciones agrícolas en la Argentina, entre otras razones, porque los productores se inclinan más por cultivos tradicionales de invierno como el trigo o la cebada. Por otra parte, en nuestro país no hay costumbre de consumir este aceite, lo que sí es habitual en Francia, Canadá, Alemania y en el Reino Unido.
Con esfuerzos aumentan las posibilidades
“Entendemos las dificultades de manejo y comerciales que desalientan a los productores a la hora de elegir la colza como una alternativa en las rotaciones. Sin embargo, desde la FAUBA seguimos generando conocimiento para revertir esas situaciones, ya que estamos convencidos de la potencialidad de esta oleaginosa. En los últimos años generamos muchos avances”, reflexionó Nora.
Asimismo, sostuvo que “adaptamos genotipos importados y definimos las fechas de siembra más adecuadas, desarrollamos exitosamente la siembra de colza en la estación de verano y, ahora, pudimos determinar de forma objetiva el momento de cosecha. Actualmente, estamos realizando experimentos para analizar el efecto del estrés térmico y del sombreado en distintos momentos del ciclo del cultivo”.
“Esperamos que la industria acompañe la adopción del cultivo con maquinarias adaptadas para procesar las semillas y les puedan agregar valor en productos como el aceite o la harina proteica. Esta harina es muy buena para alimentar animales monogástricos como cerdos y caballos. Incluso, en Chile se la usa en raciones para salmones. En el mercado mundial también se emplea la colza para producir biodiesel. Sin dudas, es un cultivo que brinda muchas posibilidades”, concluyó.
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