(SLT-FAUBA) En su gran mayoría, las coberturas vegetales de las numerosas canchas de fútbol, golf o rugby, y de los espacios verdes de CABA y de la provincia de Buenos Aires, se basan en pastos exóticos. Estos céspedes provienen de paquetes tecnológicos del exterior que requieren una gran cantidad de agroquímicos y profesionales capacitados para mantenerlos. Por eso, la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) investiga la posibilidad de usar céspedes nativos en áreas recreativas y deportivas, dado que demandarían una intervención menor, impactarían menos en el ambiente y podrían funcionar como reservorios y corredores biológicos para una cantidad de especies autóctonas de flora y fauna.
“Los céspedes que actualmente se usan en los campos deportivos o en las plazas son exóticos. Para producirlos y mantenerlos es necesario aplicar fertilizantes y plaguicidas, y el asesoramiento de profesionales expertos. Prácticamente, no hay ningún césped de especies nativas que se use para deportes o recreación”, señaló Liliana Fabbri, docente de la cátedra de Botánica General de la FAUBA. Además, destacó que las coberturas de pastos nativos tienen ventajas sobre las exóticas por estar adaptadas a las condiciones climáticas y edáficas.
Por su parte, Gabriel Rua, docente de la cátedra de Botánica Sistemática, resaltó que el manejo de céspedes es una de las actividades más intensivas en cuanto al uso de insumos por unidad de superficie. “El problema es que en la Argentina no existe una oferta de coberturas nativas. Por eso, hace años que investigamos las coberturas con gramíneas autóctonas, y nuestros resultados son muy alentadores”.
En este sentido, agregó: “Este año, las dos especies que estudiamos presentaron buenas respuestas en lo que hace al color, al desgaste y a la cobertura —entre otros aspectos que nos interesan— tras sufrir lluvias abundantes, sequías y pisoteo simulado. Utilizar pastos nativos es un aporte clave a la biodiversidad de los pastizales pampeanos, que se encuentra deteriorada”.
Biodiversidad nativa
Liliana Fabbri afirmó que la difusión de los paquetes tecnológicos de céspedes exóticos no escapa al fenómeno de la globalización. “Al igual que lo que sucede en otros ámbitos, como el económico, el educativo o el comercial, en el manejo y diseño de los espacios recreativos también tratamos de imitar a los países del hemisferio norte”.
“En la provincia de Buenos Aires hay 150 canchas de golf donde se utilizan tecnologías ’empaquetadas’ para que sus céspedes sean homogéneos. El objetivo es que los jugadores extranjeros que vienen al país se sientan cómodos. Y para que esto suceda, los clubes deben consultar y contratar a profesionales externos. Obviamente, el costo económico es elevado”, explicó la investigadora.
Por su parte, Rua destacó que generar y utilizar céspedes nativos podría convertir a los parques de la ciudad, de los countries y a los campos deportivos en bancos de semillas de pastos autóctonos, como también en vías de conexión entre diversas especies. “La flora nativa también podría atraer fauna original asociada a los pastizales pampeanos originales”.
Un buen césped
Fabbri se refirió a las características que estudia para obtener pastos apropiados. “Según la finalidad que queramos darle, investigamos diferentes aspectos. Por ejemplo, para los campos de golf se requieren pastos de hoja fina, mientras que las hojas anchas se prefieren generalmente para espacios recreativos; este es el caso de la grama bahiana, que es una gramínea exótica. Para el fútbol es necesario que los estolones —es decir, tallos que crecen a ras del suelo— sean pequeños y bien arraigados, ya que, de otra manera, podrían entorpecer los movimientos de los jugadores y causarles lesiones”.
Asimismo, puntualizó que una propiedad fundamental de los pastos es tolerar el pisoteo. “Evaluamos dos pastos nativos a través de una simulación de pisoteo. Pasamos un rodillo de cemento con bulones metálicos que simulaban los tapones de los botines deportivos sobre los céspedes en cuestión y evaluamos las respuestas frente a distintas intensidades de pisoteo. Además, nuestros experimentos incluyeron condiciones de sequía y lluvia intensa, sin aplicación de fertilizantes ni fungicidas. Nuestros resultados nos permiten pensar en un futuro desarrollo”.
Sin embargo, Rua concluyó: “El cuello de botella es llevarlo de la etapa experimental a una etapa aplicada, más extensiva. Por ahora tenemos dos especies estudiadas —y algunas otras en carpeta— que podrían considerarse como posibles buenos céspedes nativos. Todavía falta más investigación, inversión y las pruebas en campos reales, a una escala mayor, pero estamos en camino”.
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