(SLT-FAUBA) El Chaco Semiárido es una de las regiones más desmontadas del país. Allí, la agricultura reemplaza grandes superficies de su bosque a ritmos muy altos. En los campos productivos, un manejo común es dejar franjas de bosque nativo para evitar que los vientos fuertes degraden el suelo. Una investigación reveló que estas cortinas forestales también reducen los impactos negativos del avance agrícola sobre el funcionamiento del bosque que todavía permanece en pie. ¿Qué funciones cumplen estos corredores ante el reemplazo del paisaje natural?
La frontera agrícola se expandió sobre el Chaco Semiárido a velocidades y superficies que lideran los rankings mundiales. En Santiago del Estero, entre 2000 y 2012, se desmontaron 2 millones de hectáreas. “Estudié paisajes agropecuarios de las provincias de Salta y Santiago del Estero en los que, en promedio, queda un 32% del bosque original, con algunos sitios donde queda mucho y otros donde queda poco. En este contexto, observamos que las cortinas forestales de monte se utilizan frecuentemente en la región”, resaltó Gonzalo Camba, docente del Departamento de Métodos Cuantitativos y Sistemas de Información de la FAUBA.
“Estas franjas cortavientos que se dejan en el perímetro de los campos agrícolas tienen un ancho de entre 30 y 50 m, y un promedio de 1700 m de largo. En los paisajes que investigué, representan más o menos el 5% del área con monte y proveen hasta un 40% de conectividad entre los fragmentos de bosque. Esto quiere decir que ayudan a mantener la organización espacial del paisaje y podrían contribuir a la movilidad de los individuos de diferentes especies entre los parches de monte”, explicó.
En este sentido, destacó que el efecto positivo de estas franjas depende del contexto: con menos del 25% de bosque en pie a sus alrededores, no aportan a la conectividad, mientras que entre valores de 25% y 50% logran sus mayores contribuciones. “Si los paisajes sólo contienen cortinas, no hay nada que unir. Con más de 60% de masa boscosa, los parches son suficientemente grandes y cercanos como para conectarse entre sí y, entonces, las cortinas pierden utilidad como corredores”, señaló.
“Vi que los bosques con fragmentos más interconectados funcionan mejor y mantienen un nivel de producción de biomasa más estable durante todo el año, y no sólo en ciertos meses”, agregó Camba, quien también es becario de investigación de la UBA.
Conexiones entre fragmentos
“Dentro de la Ecología del Paisaje, se llama corredores biológicos a los fragmentos de vegetación alargados y angostos que conectan áreas grandes de hábitat natural. Pueden funcionar como puente entre porciones de ambientes que fueron desconectados, y así las especies animales y vegetales pueden llegar a otras poblaciones o buscar recursos en un contexto mayormente agrícola”, desarrolló.
El investigador expresó: “Los bosques funcionan a través de las especies que las habitan. Entonces, quisimos investigar cómo la conectividad afecta el funcionamiento del ecosistema y de sus diferentes especies. Si uno mira los paisajes agropecuarios, estas cortinas forestales forman una red interconectada de bosque. Buscamos analizar qué implica esto”.
El investigador añadió que mediante sistemas de información geográfica estimaron el aporte de las cortinas forestales a la conectividad y compararon dos situaciones: una, con la distribución actual de las franjas de bosque cortavientos, y otra, simulada, con esa misma superficie agrupada en forma de bloque cuadrado. “La diferencia de conectividad entre esos dos escenarios, el 40% que mencione anteriormente, representa la contribución real de las cortinas al funcionamiento del bosque original”.
“Hay cortinas de diferentes tamaños y direcciones. Hay algunas que unen parches de bosque, otras que están atravesadas por caminos y otras que no vinculan nada. Es una práctica muy difundida en la zona, pero sin planificación. Por eso, quisimos poner en claro por qué se usan, pero sólo encontramos un manual de buenas prácticas del INTA que recomendaba su empleo”.
Leyes y montes
Gonzalo indicó que: “Hay una relación de compromiso, ya que las cortinas existen porque se desmonta el bosque. Cualquier deforestación baja la conectividad, pero hay áreas donde se permite deforestar. Ante esta situación, se podría planificar la dirección de las cortinas y la superficie de vegetación natural que se debería dejar en pie a sus alrededores para atenuar los impactos negativos sobre su estructura y funcionamiento”.
“Las cortinas forestales aparecen en la Ley de Bosques como un elemento a conservar. Se puede acoplar su posible rol como corredores biológicos para ocupar el espacio y degradar menos el sistema”, propuso.
“Todavía queda mucho por estudiar. Es necesario definir si las especies animales y vegetales efectivamente utilizan las cortinas forestales que conectan parches de bosque. El estado de conservación de algunas especies es preocupante; por ejemplo, el pecarí de collar, el oso hormiguero o el tatú carreta. También se puede profundizar el análisis en la relación entre la conectividad y la provisión de servicios ecosistémicos del monte como la regulación del ciclo hidrológico, el control de plagas agrícolas o la producción de madera y alimentos”, concluyó.
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