(SLT-FAUBA) En los últimos años, el período seco del NOA se extendió en el tiempo e impactó de forma negativa en una de las principales producciones agropecuarias de la región: la citricultura. El cultivo de naranja ocupa el 50% de la superficie implantada con cítricos en la provincia de Jujuy, y fue uno de los más afectados por la escasez de precipitaciones. Mientras tanto, el acceso al agua para riego está limitado y no cubriría los requerimientos hídricos del cultivo. Una investigación del INTA Yuto y del Conicet, en el marco de una maestría de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), determinó en qué momentos regar los naranjos para estabilizar su rendimiento y calidad, aun en años muy secos.
“En el NOA, históricamente, la sequía invernal ocurre de junio a septiembre, y como durante esos meses los cítricos de la región están en etapas clave de su desarrollo, se aplica riego suplementario. Hoy, el período seco se alargó y recién llueve en diciembre. Esto provoca que los cultivos cítricos necesiten más agua para no perder los niveles de producción; sin embargo, el tiempo de riego permitido —una hora por hectárea— no alcanza. Ante esta situación, analizamos cómo mantener los rendimientos y la calidad del cultivo de naranja con la menor cantidad de agua posible”, destacó Adriana Gómez Omil, egresada de la Maestría en Producción Vegetal de la Escuela para Graduados ‘Alberto Soriano’ (EPG-FAUBA).
Adriana realizó sus experimentos en la localidad de Yuto, provincia de Jujuy, donde más del 75% de la superficie implantada con cítricos pertenece a la variedad de naranja Valencia Late. “Ante los mayores requerimientos hídricos y menores precipitaciones, los productores de la zona cambiaron sus tecnologías de riego, pero no les alcanzó para evitar la caída de la producción. A través de la Estación Experimental Agropecuaria (EEA) INTA Yuto nos contactamos con ellos y trabajamos en conjunto”, explicó.
En este sentido, Gómez Omil resaltó: “Nuestros resultados muestran que, por un lado, al regar solo entre julio y septiembre, el rendimiento aumenta al incrementarse el número de frutos por árbol. Por otro lado, aplicar el riego desde julio hasta noviembre no provocó aumentos significativos del rendimiento. Por último, regar sólo entre octubre y noviembre resultó en rendimientos menores debido a una menor cantidad de frutos, pero con leves mejoras en su calidad, particularmente en el tamaño”.
“Si bien este último tratamiento aumentó el peso promedio de los frutos, algunos eran demasiado grandes. Esto hizo que perdieran valor comercial ya que superaron los tamaños que exige el mercado. Por eso la meta es aumentar el número de frutos, y eso se consigue regando entre julio y septiembre”, aclaró Cecilia Rousseaux, docente de la Maestría en Producción Vegetal en la EPG-FAUBA y directora de Adriana en su posgrado.
A partir de estos resultados, Omil recomendó empezar con el riego apenas finaliza la cosecha anterior, es decir, antes del período de floración del cultivo. “De esta forma se cumple con la disponibilidad hídrica necesaria para asegurar el número de frutos a cosecha”.
El momento oportuno
Gómez Omil, quien también es investigadora en la EEA INTA Yuto, destacó que las respuestas al riego variaron en función del momento del ciclo del cultivo en que se aplicó el agua. “De julio a septiembre ocurre la diferenciación floral, la floración y el principio del crecimiento de la naranja. Cuando regamos en este período aumentó la formación de flores solitarias, que tienen más posibilidad de convertirse en frutos. Esto resultó en un rendimiento por metro cúbico de copa de 10 kg y 49 frutos. Extender el riego no aumentó el número de frutos”.
Además, añadió: “Regar de octubre a noviembre, cuando las naranjas crecen, no resultó en un mayor rendimiento ya que la cantidad de frutos quedó determinada en las fases previas. El rendimiento por metro cúbico de copa fue de 7 kg y 32 frutos. Si bien con este tratamiento obtuvimos cierta mejorara en la calidad —o sea, un 40% de frutas de entre 77,5 y 86 milímetros de diámetro, un tamaño por el que se paga más— este aumento no llegó a compensar la pérdida de rendimiento”.
“Estos resultados son alentadores para entender la dinámica del cultivo y para poder mantener el máximo rendimiento y calidad posible con la menor cantidad de agua frente a un escenario futuro con condiciones hídricas más desfavorables. Creo que todas las producciones deberían aplicar un manejo ecofisiológico para enfrentar los cambios en las condiciones climáticas de la región”, señaló Cecilia Rousseaux, quien también es investigadora del Conicet.
Cambio climático
Rousseaux indicó que existen informes sobre el cambio climático que advierten que en el NOA disminuyó la disponibilidad hídrica en estos últimos años debido a que las precipitaciones son menores y están distribuidas irregularmente. “En los últimos de 25 años aumentó la duración del período seco y se concentraron las precipitaciones aun más en los meses de verano”.
Asimismo, Gómez Omil remarcó que si bien su estudio se enfocó sobre la variedad de naranja Valencia Late, estos conocimientos se podrían aplicar a otros cítricos denominados dulces, como las mandarinas y pomelos, que generan una sola floración por temporada. “De todas formas, estamos investigando cómo utilizar estas técnicas de ahorro de agua frente a sistemas de floración más complejos, como puede ser el limón, que florece varias veces en el año”.
A modo de reflexión final, Rousseaux acotó: “Hay numerosas investigaciones sobre la respuesta de los cítricos al déficit hídrico, pero la mayoría proviene de la región mediterránea, donde las precipitaciones ocurren en el invierno. Por este motivo, la información acerca de las consecuencias del déficit de agua sobre las diferentes etapas de los cítricos es escasa. El estudio de Adriana es clave para mejorar el manejo del agua en las producciones de naranjas en el NOA”.
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