El nitrógeno, uno de los principales nutrientes para el desarrollo de los cultivos, podría mostrar deficiencias en gran parte de la región pampeana argentina en las próximas décadas, al tiempo que en las grandes ciudades representa un factor creciente de contaminación, con impactos sobre el suministro de agua y la salud humana.
La afirmación corresponde a un trabajo publicado este mes por la prestigiosa revista científica Science, elaborado por un grupo de investigadores de la Argentina, Brasil, Venezuela y México, donde se analizó el impacto humano sobre el ciclo de nitrógeno en America Latina y se propusieron algunas soluciones sustentables para el futuro.
“A diferencia de lo que sucede con la agricultura en el Hemisferio Norte, algunos de los problemas asociados al nitrógeno en América latina no tienen que ver con la contaminación generada en el suelo por el exceso de este nutriente, sino con la falta”, explicó Amy Austin, investigadora independiente de CONICET, profesora de la Cátedra de Ecología de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) y una de las autoras de la publicación.
Al respecto, señaló que en la Argentina y Brasil, que juntos producen el 40% de la soja en el mundo, se da un caso particular para el ciclo del nitrógeno, porque si bien el cultivo de soja tiene la capacidad de captar nitrógeno del aire mediante la fijación biológica, este proceso no llega a compensar las pérdidas generadas por la exportación de granos.
En la Argentina la caída del nutriente es mayor respecto de Brasil, puesto que en la región pampeana la buena fertilidad de los suelos hace que no se estimule la fijación de nitrógeno. “Los productores no agregan fertilizantes nitrogenados a la soja y, como consecuencia, se exporta más nitrógeno del que se fija. El resultado es deficitario y por eso estamos teniendo una fuga sustancial de nitrógeno en la mayoría de las zonas cultivadas con soja”, dijo Austin.
Además de la pérdida del nutriente en el suelo, como consecuencia del monocultivo de soja, la agricultura tiene otro problema asociado al ciclo del nitrógeno. La expansión de la frontera agrícola hace que cada año se quemen unos 150.000 km2 de bosques en la región, generando una gran transferencia de nitrógeno a la atmósfera, que luego se vuelve a depositar en el suelo e impacta sobre los ecosistemas y la salud humana”, advirtió Austin.
El trabajo publicado en Science también se centró en grandes ciudades de América Latina y en poblaciones marginales donde no existen servicios de sanidad adecuados y las aguas residuales domésticas se liberan a los ríos sin ningún tratamiento, causando un fuerte impacto en la biodiversidad y la salud pública. “El problema crece con la migración del campo a la ciudad, como resultado de la marginación y la pobreza que enfrentan muchos pequeños agricultores”, señaló la investigadora de la FAUBA.
Austin subrayó que si bien estos problemas no llegaron a un estado crítico, es momento de tomar medidas, con el compromiso de los gobiernos locales y los sectores productivos.
A su entender, una de las medidas urgentes es detener la destrucción de los ecosistemas tropicales y desacelerar el desmonte en la región. “La prioridad debería ser mejorar la eficiencia en el uso de la tierra ya cultivada, con técnicas que incluyen la agricultura sin labranza, cultivos de cobertura y rotaciones, entre otras. La intensificación sólo debería alentarse bajo prácticas sostenibles”, dijo.
Por último, consideró indispensable aumentar las inversiones en ciencia básica: “Hoy no sabemos, por ejemplo, cuáles son las consecuencias a largo plazo de la práctica generalizada de la agricultura sin labranza y el cultivo de una sola especie. También tenemos que mejorar nuestra comprensión del impacto en el suministro de agua y la salud humana, generado por la descarga de aguas residuales no tratadas en los ríos”, concluyó.
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