(SLT-FAUBA) La provisión de servicios ecosistémicos fue ampliamente estudiada en ambientes rurales, como bosques, selvas y áreas que fueron desmontadas para su uso agrícola, pero en menor medida se evaluó en áreas urbanas y periurbanas, donde los espacios verdes también brindan beneficios para la población porque mejoran la calidad del aire, amortiguan el impacto de las inundaciones o representan espacios recreativos. Estos aspectos fueron analizados por investigadoras de la Facultad de Agronomía de la UBA y del INTA sobre 45 municipios de la Región Metropolitana de Buenos Aires. Los resultados indican que la mayoría de los municipios tienen mucho trabajo por delante en el camino por mejorar los recursos ambientales.
El trabajo fue realizado por Florencia Rositano, investigadora asistente del CONICET y de la cátedra de Extensión y Sociología Rurales de la FAUBA, y por Gabriela Civeira, investigadora en el Instituto de Suelos del INTA y docente de la Facultad de Agronomía y Ciencias Agroalimentarias de la Universidad de Morón. El objetivo consistió en analizar el efecto de distintos usos del suelo sobre los servicios de los ecosistemas y su relación con la cantidad de habitantes y el nivel de urbanización (considerados indicadores demográficos de impacto ambiental) en municipios urbanos y periurbanos de la Región Metropolitana de Buenos Aires. Los resultados fueron publicados en junio en la revista científica Cuaderno Urbano, de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional del Nordeste, que forma parte del Núcleo Básico de Revistas Científicas Argentinas (CAICYT-CONICET).
“Los servicios ecosistémicos son aquellos procesos y funciones presentes en un ecosistema que generan beneficios para todos los seres humanos. A estos beneficios podemos dividirlos en bienes y servicios. Los bienes son tangibles y tienen valor en el mercado, como por ejemplo los granos (como soja, maíz y trigo), la carne, la leche, la lana y los productos forestales. En cambio, los servicios no son tangibles y, por el momento, no tienen valor en el mercado. Podemos dar como ejemplos el control de inundaciones, el control de la contaminación del aire, la polinización o el disfrute de un paisaje de la naturaleza”, explicó Rositano, quien también es docente del Área de Educación Agropecuaria de la FAUBA.
“Si bien la cantidad de servicios ecosistémicos que puede proveer una ciudad es menor de la que puede proveer un bosque o una selva, las áreas de suelo vegetado que están dentro de los ambientes urbanos y periurbanos (plazas, parques, corredores verdes, reservas urbanas, huertas y agricultura) proveen a la población de bienes y servicios esenciales para su funcionamiento, como, por ejemplo, el disfrute de la naturaleza, la conservación de la biodiversidad y el control de contaminación del aire ante la actividad industrial o el tránsito vehicular”, agregó.
Civeira explicó que, por esa razón, decidieron estudiar qué servicios proveen los suelos vegetados y cómo se relacionan con la cantidad de habitantes y la superficie urbanizada. La investigación proporciona una herramienta útil para intervenir de manera sustentable en los ecosistemas urbanos y periurbanos y apoyar la toma de decisiones sobre la planificación del paisaje y los usos del ambiente.
Impacto ambiental
Rositano y Civeira desarrollaron una matriz de impacto ambiental para la Región Metropolitana de Buenos Aires, a partir de los resultados de una ecuación que calcula los servicios ecosistémicos, desarrollada por investigadores del INTA Balcarce y que, hasta ahora, sólo había sido utilizada para áreas rurales. “Nuestra idea fue trasladarla a los ambientes urbanos. Hicimos un índice con tres conjuntos de servicios asociados a biomasa y agua, y realizamos una ponderación de cada uno de esos servicios. Y funcionó”, indicó Civeira.
Los usos del suelo vegetado relevados fueron agropecuario extensivo (que incluye los cultivos de secano maíz, trigo, girasol y soja, así como las pasturas implantadas), agropecuario intensivo (que incluye la horticultura y la floricultura), agricultura urbana y periurbana (principalmente utilizada para autoconsumo y comercialización eventual de excedentes) y áreas verdes (que abarca parques, plazas junto con otros espacios públicos vegetados, como las reservas urbanas).
“Buscamos equilibrar la cantidad de municipios urbanos y periurbanos, y que a la hora de analizarlos no tuviéramos una preponderancia de uno de ellos”, dijo Civeira. Además señaló que “como siempre arrojaban mejores resultados los municipios del periurbano respecto de los urbanos, por la mayor superficie de áreas verdes, desarrollamos una matriz de evaluación ambiental donde evaluamos los servicios que debería brindar cada municipio en sí mismo, a partir de una media”.
“La idea fue hacer un promedio de los servicios que debería brindar, en función de los usos. En el mejor de los casos el municipio debería estar por arriba de la media, pero encontramos que la mayoría está por debajo de esa línea. O sea que la provisión es negativa en ambos casos, urbano y periurbano”, comentó.
En relación con los casos urbanos, de los 21 municipios considerados en el estudio, entre 11 y 15 (según se asocie a la cantidad de habitantes o a la superficie urbanizada) se ubicaron por debajo de la media. O sea que están proveyendo a los ambientes pocos servicios ecosistémicos. Las investigadoras se sorprendieron con los resultados que arrojaron los municipios del periurbano, que también estaban por debajo del promedio. En este caso, entre 14 y 19 de 24 municipios analizados no llegó a la media.
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